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El caballo de troya

El caballo de troya



Estaban en guerra los Griegos contra los Troyanos. Llevaban diez años de guerra y había que terminar de una vez. Los Griegos estaban lejos de su patria y parecía que no iban a conseguir vencer a Troya nunca.

Entonces fue cuando a Ulises se le ocurrió la estratagema del caballo: construirían uno enorme, de madera, y se lo presentarían a los Troyanos como si fuera una ofrenda a la diosa Minerva para que los protegiera durante el viaje de vuelta. El enorme caballo ocultaría en su interior los mejores guerreros griegos, que saldrían una vez que el caballo estuviera dentro de la ciudad.

Para que los Troyanos hicieran lo que querían, tenían la colaboración de un actor, llamado Sinón, que les convencería para que metieran el caballo dentro de la ciudad.

Así pues lo dejaron delante de los muros de Troya y se hicieron a la mar. No se fueron del  todo, sino que se quedaron escondidos al otro lado de una isla próxima, la isla de Ténedos.

Podemos imaginar la alegría de los Troyanos, que por primera vez en diez años no veían ni el campamento de los griegos en la explanada ni las naves fondeadas en la bahía.


Sin embargo se llenaron de admiración al descubrir el caballo:

- ¿Qué podrá ser? ¿Qué significa?

- Seguro que es una ofrenda de los Griegos a Minerva para que les dé buena suerte en su viaje de vuelta.

- Es posible que haya Griegos escondidos dentro.

- Muy bien puede ser una máquina de guerra, construida para inspeccionar la ciudad desde arriba.

El caso es que las opiniones estaban divididas. Unos querían meterlo dentro de la ciudad. Otros, por el contrario, temían que fuera una estratagema de los Griegos, y proponían quemarlo y echar sus cenizas al mar.

Estaban en estas discusiones cuando el sacerdote de Neptuno, Laocoonte, bajó dando voces desde la ciudadela donde estaba celebrando un sacrificio.

- ¿Es que os habéis vuelto locos? ¿No conocéis a los Griegos después de haber luchado contra ellos durante tantos años? O mucho me engaño o esto no es sino un truco. Temo a los Griegos hasta cuando hacen regalos.

Y para que sus palabras tuvieran más fuerza, cogió una jabalina y la lanzó con todas sus fuerzas contra el caballo

Las oquedades resonaron, y pareció que tenía razón. Pero ¡ojalá no lo hubiera hecho!.

En ese momento entró en escena Sinón, el actor, que había sido capturado por unos pastores troyanos cuando se hacía pasar por un desertor del ejército griego. Todos lo rodearon, y él comenzó su interpretación:

Ya sé que me vais a matar, pero aun así, os tengo que contar qué es lo que hago aquí. Me he escapado del ejército griego porque Ulises me odiaba y quería sacrificarme en honor de Minerva, a ver si les daba suerte en la guerra. Se conoce que como no me encontraron, pensaron que tenían todas las de perder, y se marcharon ofreciendo a la diosa este tributo. Ahora, si queréis, matadme. Estáis en vuestro derecho, y yo lo tengo merecido.

No sólo no lo mataron, sino que los convenció.

Por si alguno de los Troyanos dudaba todavía, ocurrió un prodigio inaudito. Vinieron desde la isla de Ténedos dos serpientes enormes, que al llegar a la playa se dirigieron hacia Laocoonte y sus hijos y los devoraron. Todos pensaron que era el justo castigo por el sacrilegio que había cometido al alancear el caballo.

Por fin se decidieron, y organizaron una gran fiesta.

Llenaron todo de guirnaldas; los jóvenes bailaban alrededor; pusieron rodillos debajo del caballo y lo arrastraron por medio de sogas que todos se sentían orgullosos de llevar.

Así lo introdujeron en la ciudad, y se dedicaron a divertirse.

Después de un día de fiesta sin el temor de que los griegos atacaran, se durmieron tranquilos, tanto por el cansancio, como por haberlo celebrado bebiendo más de la cuenta.

Ese es el momento que aprovechó Sinón para hacer salir a los guerreros que estaban encerrados en el caballo. Éstos se deslizaron silenciosos por una cuerda. Al mismo tiempo, las naves se dirigían al litoral troyano, porque habían recibido la señal de que todo había salido bien.

Apoderarse de la ciudad y destruirla fue coser y cantar.

Unos pocos, a cuyo mando estaba Eneas, les hicieron frente, pero, como vieron que no podían salvar la ciudad, decidieron marcharse y fundar una nueva Troya en otro lugar. Pero esto ya es otra historia

 

 Puedes continuar la historia de Eneas en esta dirección de internet: http://sapiens.ya.com/jomicoe/poesia_epica.htm#Eneida

 

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