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Teatro. La zapatera prodigiosa. Acto 2º

Teatro. La zapatera prodigiosa. Acto 2º Recuerda que para realizar una lectura de la obra de teatro debéis determinar primero el papel de qué personaje va a leer cada uno. Necesitas los siguientes lectores:
NIÑO, ZAPATERA, ZAPATERO, ALCALDE, MIRLO, MOZO Y LAS VECINAS ROJA, NARANJA, AMARILLA MORADA Y VERDE @@@ Manolo Segura @@@



ACTO SEGUNDO

La misma decoración. A la izquierda, el banquillo arrumbado. A la derecha, un mostrador con botellas y un lebrillo con agua donde la Zapatera friega las copas. La Zapatera está detrás del mostrador. Viste un traje rojo encendido, con amplias faldas y los brazos al aire. En la escena, dos mesas. En una de ellas está sentado don Mirlo, que toma un refresco y en la otra el Mozo del Sombrero en la cara.

ESCENA PRIMERA

La Zapatera friega con gran ardor vasos y copas que va colocando en el mostrador. Aparece en la puerta el Mozo de la Faja y el Sombrero plano del primer acto. Está triste. Lleva los brazos caídos y mira de manera tierna a la Zapatera. Al actor que exagere lo más mínimo en este tipo, debe el Director de escena darle un bastonazo en la cabeza. Nadie debe exagerar. La farsa exige siempre naturalidad. El Autor ya se ha encargado de dibujar el tipo y el sastre de vestirlo. Sencillez. El Mozo se detiene en la puerta. Don Mirlo y el otro Mozo vuelven la cabeza y lo miran. Ésta es casi una escena de cine. Las miradas y expresión del conjunto dan su expresión. La Zapatera deja de fregar y mira al Mozo fijamente. Silencio.

ZAPATERA. Pase usted.
MOZO DE LA FAJA. Si usted lo quiere...@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Asombrada.) ¿Yo? Me trae absolutamente sin cuidado, pero como te veo en la puerta...
MOZO DE LA FAJA. Lo que usted quiera. (Se apoya en el mostrador.) (Entre dientes.) Éste es otro al que voy a tener que...
ZAPATERA. ¿Qué va a tomar?
MOZO DE LA FAJA. Seguiré sus indicaciones.
ZAPATERA. Pues la puerta.
MOZO DE LA FAJA. ¡Ay, Dios mío, cómo cambian los tiempos!
ZAPATERA. No crea que me voy a echar a llorar. Vamos. Va usted a tomar copa, café, refresco, ¿diga?
MOZO DE LA FAJA. Refresco.
ZAPATERA. No me mire tanto que se me va a derramar el jarabe.
MOZO DE LA FAJA. Es que yo me estoy muriendo. ¡Ay! (Por la ventana pasan dos Majas con inmensos abanicos. Miran, se santiguan escandalizadas, se tapan los ojos con los pericones y a pasos menuditos cruzan.)
ZAPATERA. El refresco.
MOZO DE LA FAJA. (Mirándola.) ¡Ay!
MOZO DEL SOMBRERO. (Mirando al suelo.) ¡Ay!
MIRLO. (Mirando al techo.) ¡Ay! (La Zapatera dirige la cabeza hacia los tres ayes.)
ZAPATERA. ¡Requeteay! Pero esto ¿es una taberna o un hospital? ¡Abusivos! Si no fuera porque tengo que ganarme la vida con estos vinillos y este trapicheo, porque estoy sola desde que se fue por culpa de todos vosotros mi pobrecito marido de mi alma, ¿cómo es posible que yo aguantara esto? ¿Qué me dicen ustedes? Los voy a tener que plantar en lo ancho de la calle.
MIRLO. Muy bien, muy bien dicho.
MOZO DEL SOMBRERO. Has puesto taberna y podemos estar aquí dentro todo el tiempo que queramos.
ZAPATERA. (Fiera.) ¿Cómo? ¿Cómo? (El Mozo de la Faja inicia el mutis y don Mirlo se levanta sonriente y haciendo como que está en el secreto y que volverá.)
MOZO DEL SOMBRERO. Lo que he dicho.
ZAPATERA. Pues si dices tú, más digo yo y puedes enterarte, y todos los del pueblo, que hace cuatro meses que se fue mi marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer casada debe estarse en su sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo oyes? ¡De nadie!@@@ Manolo Segura @@@

( Salen todos quedando sola la Zapaterita sentada, desesperada y casi llorando )

ESCENA II

Zapatera y Niño.

Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.

NIÑO. ¿Quién soy yo?
ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)
ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO. Si tú me la quieres dar...
ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu casa.
ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres interesadillo...
NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que tengo en la rodilla?
ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja y toma al Niño en brazos.)
NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque estaba cantando... las coplas que te han sacado y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró una piedra que, ¡plaff!, mira.
ZAPATERA. ¿Te duele mucho?
NIÑO. Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que dicen.
NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero que no quiero decir.
ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la lengua como un ascua. (Ríen.)
NIÑO. Pero, ¿por qué te echarán a ti la culpa de que tu marido se haya marchado?
ZAPATERA. Ellos, ellos son los que la tienen y los que me hacen desgraciada.
NIÑO. (Triste.) No digas, Zapaterita.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. Yo me miraba en sus ojos. Cuando le veía venir montado en su jaca blanca...
NIÑO. (Interrumpiéndole.) ¡Ja, ja, ja! Me estás engañando. El señor Zapatero no tenía jaca.
ZAPATERA. Niño, sé más respetuoso. Tenía jaca, claro que la tuvo, pero es... es que tú no habías nacido.
NIÑO. (Pasándole la mano por la cara.) ¡Ah! ¡Eso sería! Chisss, silencio. ¡Las coplas!
ZAPATERA. ¿Qué coplas? (Pausa. Los dos escuchan.)(Se escuchan a lo lejos los ecos de la melodía) ¿Tú sabes lo que dicen?
NIÑO. (Con la mano.) Medio, medio.
ZAPATERA. Pues cántalas, que quiero enterarme.
NIÑO. ¿Para qué?
ZAPATERA. Para que yo sepa de una vez lo que dicen.
NIÑO. (Cantando y siguiendo el compás.) Verás:
La señora Zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA. ¡Me la pagarán!
NIÑO. (El Niño lleva el compás con la mano en la mesa.)
Quién te compra, Zapatera,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
¡Zapatera, Zapatera,
Zapatera, te has lucido!
(Las voces se van distinguiendo cerca
y claras con su acompañamiento de
panderos. La Zapatera coge un mantoncillo
de Manila y se lo echa sobre los hombros.)
¿Dónde vas? (Asustado.)
ZAPATERA. ¡Van a dar lugar a que compre un revólver! (El canto se aleja. La Zapatera corre a la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que viene majestuoso, dando golpes con la vara en el suelo.)
ALCALDE. ¿Quién despacha?
ZAPATERA. ¡El demonio!
ALCALDE. Pero, ¿qué ocurre?@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. Lo que usted debía saber hace muchos días, lo que usted como alcalde no debía permitir. La gente me canta coplas, los vecinos se ríen en sus puertas y como no tengo marido que vele por mí, salgo yo a defenderme, ya que en este pueblo las autoridades son calabacines, ceros a la izquierda.
NIÑO. Muy bien dicho.
ALCALDE. (Enérgico.) Niño, niño, basta de voces... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora? Pues meter en la cárcel a dos o tres de los que venían cantando.
ZAPATERA. ¡Quisiera yo ver eso!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. ¡Mi madre me llama! (Corre a la ventana.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo traer el espadón grande de mi abuelo, el que se fue a la guerra. Yo no puedo con él, ¿sabes?, pero tú, sí.
ZAPATERA. (Sonriendo.) ¡Lo que quieras!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. (Ya en la calle.) ¿Quéeee?

ESCENA III

Zapatera y Alcálde.

ALCALDE. Por lo que veo, este niño sabio y retorcido es la única persona a quien tratas bien en el pueblo.
ZAPATERA. No pueden ustedes hablar una sola palabra sin ofender... ¿De qué se ríe su ilustrísima?
ALCALDE. ¡De verte tan hermosa y desperdiciada!
ZAPATERA. ¡Antes un perro! (Le sirve un vaso de vino.)
ALCALDE. ¡Qué desengaño de mundo! Muchas mujeres he conocido como amapolas, como rosas, mujeres morenas con los ojos como tinta de fuego, mujeres que les huele el pelo a nardos, mujeres cuyo talle se puede abarcar con estos dos dedos, pero como tú, como tú no hay nadie, zapaterita.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Estallando furiosa.) Calle usted, viejísimo, calle usted; con hijas mozuelas y lleno de familia no se debe cortejar de esta manera tan indecente y tan descarada.
ALCALDE. Soy viudo.
ZAPATERA. Y yo casada.
ALCALDE. Pero tu marido te ha dejado y no volverá, estoy seguro.
ZAPATERA. Yo viviré como si lo tuviera.
ALCALDE. Pues a mí me consta, porque me lo dijo, que no te quería ni tanto así.
ZAPATERA. Pues a mí me consta que sus cuatro señoras, mal rayo las parta, le aborrecían a muerte.
ALCALDE. (Dando en el suelo con la vara.) ¡Ya estamos!
ZAPATERA. (Tirando un vaso.) ¡Ya estamos! (Pausa.)
ALCALDE. (Entre dientes.) Si yo te cogiera por mi cuenta, ¡vaya si te domaba!
ZAPATERA. (Guasona.) ¿Qué está usted diciendo?
ALCALDE. Nada, pensaba... que si tú fueras como debías ser, te hubiera enterado que tengo voluntad y valentía para hacer escritura, delante del notario, de una casa muy hermosa.
ZAPATERA. ¿Y qué?
ALCALDE. (Tenoriesco.) Que la casa tiene una cama con coronación de pájaros y azucenas de cobre, un jardín con seis palmeras …
ZAPATERA. (Guasona.) Yo no estoy acostumbrada a esos lujos. Siéntese usted en el estrado, métase usted en la cama, mírese usted en los espejos y póngase con la boca abierta debajo de las palmeras esperando que le caigan los dátiles, que yo de zapatera no me muevo.
ALCALDE. Ni yo de alcalde. Pero ¿ tú te crees que se puede vivir toda la vida en la soltería?
ZAPATERA. Y que no me gusta usted ni me gusta nadie del pueblo. ¡Que está usted muy viejo!
ALCALDE. (Indignado.) Acabaré metiéndote en la cárcel.
ZAPATERA. ¡Atrévase usted! (Fuera se oye un toque de trompeta floreado y comiquísimo.)
ALCALDE. ¿Qué será eso?
ZAPATERA. (Alegre y ojiabierta.) ¡Títeres! (Se golpea las rodillas. Por la ventana cruzan dos Mujeres.)
VECINA ROJA. ¡Títeres!
VECINA MORADA. ¡Títeres!
NIÑO. ¡Vienen a tu casa!
ZAPATERA. ¿Sí? (Se acerca a la puerta.)
NIÑO. ¡Míralos!

ESCENA IV@@@ Manolo Segura @@@

Por la puerta aparece el Zapatero disfrazado. Trae una trompeta y un cartelón enrollado a la espalda, lo rodea la gente. La Zapatera queda en actitud expectante y el Niño salta por la ventana y se coge a sus faldones.

ZAPATERO. Buenas tardes.
ZAPATERA. Buenas tardes tenga usted, señor titiritero.
ZAPATERO. ¿Aquí se puede descansar?
ZAPATERA. Y beber, si usted gusta.
ALCALDE. Pase usted, buen hombre y tome lo que quiera, que yo pago. (A los Vecinos.) Y vosotros, ¿qué hacéis ahí?
VECINA ROJA. Como estamos en lo ancho de la calle no creo que le estorbemos. (El Zapatero mirándolo todo con disimulo deja el rollo sobre la mesa.)
ZAPATERO. Déjelos, señor Alcalde... supongo que es usted, que con ellos me gano la vida.
NIÑO. ¿Dónde he oído yo hablar a este hombre? (En toda la escena el Niño mirará con gran extrañeza al Zapatero.) ¡Haz ya los títeres! (Los Vecinos ríen.)
ZAPATERO. En cuanto tome un vaso de vino.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Alegre.) ¿Pero los va usted a hacer en mi casa?
ZAPATERO. Si tú me lo permites.
VECINA ROJA. Entonces, ¿podemos verlos? 1
ZAPATERA. (Seria.) Podéis verlos. (Da un vaso al Zapatero.)
VECINA ROJA. (Sentándose.) Disfrutaremos un poquito. (El Alcalde se sienta.)
VECINA AMARILLA. ¿Viene usted de muy lejos?
ZAPATERO. De muy lejísimos.
VECINA MORADA. ¿De Sevilla?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
VECINA VERDE. ¿De Francia?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
VECINA NARANJA. ¿De Inglaterra?
ZAPATERO. De las Islas Filipinas. (Las Vecinas hacen rumores de admiración. La Zapatera está extasiada)
ALCALDE. ¿Habrá usted visto a los macarucos?
ZAPATERO. Lo mismo que les estoy viendo a ustedes ahora.
NIÑO. ¿Y cómo son?
ZAPATERO. Intratables. Figúrense ustedes que casi todos ellos son zapateros. (Los Vecinos miran a la Zapatera.)
ZAPATERA. (Indignada.) ¿Y no los hay de otros oficios?
ZAPATERO. Absolutamente. En las Islas Filipinas, todos zapateros.
ZAPATERA. Pues puede que en las Filipinas esos zapateros sean tontos, pero aquí en estas tierras los hay listos y muy listos.
VECINA ROJA. (Adulona.) Muy bien hablado.
ZAPATERA. (Brusca.) Nadie le ha preguntado su parecer.
VECINA ROJA. ¡Hija mía!@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERO. (Enérgico, interrumpiendo.) ¡Qué rico Vino! (Más fuerte.) ¿Qué requeterrico vino! (Silencio.) Vino de uvas negras como el alma de algunas mujeres que yo conozco.
ZAPATERA. ¡De las que la tengan!
ALCALDE. ¡Chis! ¿Y en qué consiste el trabajo de usted?
ZAPATERO. (Apura el vaso, chasca la lengua y mira a la Zapatera.) ¡Ah! Es un trabajo de poca apariencia y de mucha ciencia. Enseño la vida por dentro. Aleluyas con los hechos del zapatero mansurrón y la Fiera de Alejandría, vida de don Diego Corrientes y, sobre todo, el arte de colocar el bocado a las mujeres parlanchinas y respondonas.
ZAPATERA. ¡Todas esas cosas las sabía mi pobrecito esposo!
ZAPATERO. ¡Dios lo haya perdonado!
ZAPATERA. Oiga usted... (Las Vecinas se ríen.)
NIÑO. ¡Cállate!@@@ Manolo Segura @@@
ALCALDE. (Autoritario.) ¡A callar! Esas son enseñanzas que convienen a todas las criaturas. Cuando usted guste. (El Zapatero desenrolla el cartelón en el que hay pintada una historia de ciego, dividida en pequeños cuadros, pintados con almazarrón y colores violentos. Los Vecinos inician un movimiento de aproximación y la Zapatera se sienta al Niño sobre sus rodillas.)
ZAPATERO. Atención.
NIÑO. ¡Ay, qué bonito! (Abraza a la Zapatera, murmullos.)
ZAPATERA. Que te fijes bien por si acaso no me entero del todo.
NIÑO. Más difícil que las matemáticas no será.
ZAPATERO. Respetable público: Oigan ustedes el romance verdadero y sustancioso de la mujer rubicunda y el hombrecito de la paciencia, para que sirva de escarmiento y ejemplaridad a todas las gentes de este mundo. (En tono lúgubre.) Aguzad vuestros oídos y entendimiento. (Los Vecinos alargan la cabeza y algunas Mujeres se agarran de las manos.)
NIÑO. ¿No te parece el titiritero, hablando, a tu marido?
ZAPATERA. Él tenía la voz más dulce.
ZAPATERO. ¿Estamos?
ZAPATERA. Me sube así un repeluzno.
NIÑO. ¡Y a mí también!
ZAPATERO. (Señalando con la varilla.)
En un cortijo de Córdoba,
entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero
con una talabartera. (Expectación.)
Ella era mujer arisca,
él hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte
y él pasaba de cincuenta.
¡Santo Dios, cómo reñían!
Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido
con los ojos y la lengua.

(Está pintada en el cartel una mujer que mira
de manera infantil y cómica.)

ZAPATERA. ¡Qué mala mujer! (Murmullos.)
ZAPATERO.
Cabellos de emperadora
tiene la talabartera,
y una carne como el agua
cristalina de Lucena.
Cuando movía las faldas
en tiempos de primavera
olía toda su ropa
a limón y a yerbabuena.
Ved cómo la cortejaban
mocitos de gran presencia
en caballos relucientes
llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa
que pasaba por la puerta
se va llevando en la boca
el fruto de su vergüenza.
La conversación a todos
daba la talabartera,
tres veces ya le han cambiado
el sardiné de su puerta.
Miradla hablando con uno
bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido
clava en el cuero la lezna.
(Muy dramático y cruzando las manos.)
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.

(La Zapatera, que ha estado dando suspiros, rompe a llorar.)

ZAPATERO. (Volviéndose.) ¿Qué os pasa?
ALCALDE. ¡Pero, niña! (Da con la vara.)
VECINA AMARILLA. ¡Siempre llora quien tiene por qué callar!
VECINA MORADA. ¡Siga usted! (Los Vecinos murmuran y sisean.)
ZAPATERA. Es que me da mucha lástima y no puedo contenerme, ¿lo ve usted?, no puedo contenerme. (Llora queriéndose contener, hipando de manera comiquísima.) ALCALDE. ¡Chitón!
NIÑO. ¿Lo Ves?
ZAPATERO. ¡Hagan el favor de no interrumpirme! ¡Cómo se conoce que no tienen que decirlo de memoria!
NIÑO. (Suspirando.) ¡Es verdad!
ZAPATERO. (Malhumorado.)
Un lunes por la mañana
a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra
los juncos y madreselvas,
cuando alegremente bailan
brisa y tomillo en la sierra
y van cayendo las verdes
hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes
la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando
una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
Niña, si tú lo quisieras,
cenaríamos mañana
los dos solos, en tu mesa.
¿Y qué harás de mi marido?
Tu marido no se entera.
¿Qué piensas hacer? Matarlo.
Es ágil. Quizá no puedas.
¿Tienes revólver? ¡Mejor!,
¡tengo navaja barbera!
¿Corta mucho? Más que el frío.
Y no tiene ni una mella.
(La Zapatera se tapa los ojos y aprieta al Niño.
Todos los Vecinos tienen una expectación máxima
que se notará en sus expresiones.)

¿No has mentido? Le daré
diez puñaladas certeras
en esta disposición,
que me parece estupenda:
cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda,
otra en semejante sitio
y dos en cada cadera.
¿Lo matarás en seguida?
Esta noche cuando vuelva
con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.

(En este último verso y con toda rapidez se oye fuera del escenario un grito angustiado y fortísimo; los Vecinos se levantan. Otro grito más cerca. Al Zapatero se le cae de las manos el cartelón y la varilla. Tiemblan todos cómicamente.)

VECINA MORADA. (En la ventana.) ¡Ya han sacado las navajas!
ZAPATERA. ¡Ay, Dios mio!
VECINA ROJA. ¡Virgen Santísima!
ZAPATERO. ¡Qué escándalo!
VECINA NARANJA. ¡Se están matando! ¡Se están cosiendo a puñaladas por culpa de esa mujer! (Señala a la Zapatera.)
ALCALDE. (Nervioso.) ¡Vamos a ver!
NIÑO. ¡Que me da mucho miedo!
VECINA VERDE. ¡Acudir, acudir! (Van saliendo.)
VECINA AMARILLA. (Fuera.) ¡Por esa mala mujer!
ZAPATERO. Yo no puedo tolerar esto; ¡no lo puedo tolerar! (Con las manos en la cabeza corre la escena. Van saliendo rapidísimamente todos entre ayes y miradas de odio a la Zapatera. Ésta cierra rápidamente la ventana y la puerta.)

 

ESCENA V
Por sugerencia del director de la obra esta queda de momento cortada hasta que se represente en el Teatro Cervantes.

Zapatera y Zapatero.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¿Ha visto usted qué infamia? Yo le juro que soy inocente. ¡Ay! ¿Qué habrá pasado?... Mire, mire usted como tiemblo. (Le enseña las manos.)
ZAPATERO. Calma, muchacha. ¿Es que su marido está en la calle?
ZAPATERA. (Rompiendo a llorar.) ¿Mi marido? ¡Ay, señor mío!
ZAPATERO. ¿Qué le pasa?
ZAPATERA. Mi marido me dejó por culpa de las gentes y ahora me encuentro sola sin calor de nadie.
ZAPATERO. ¡Pobrecilla!
ZAPATERA. ¡Con lo que yo lo quería! ¡Lo adoraba!
ZAPATERO. (En un arranque.) ¡Eso no es verdad!
ZAPATERA. (Dejando rápidamente de llorar.) ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. Digo que es una cosa tan... incomprensible que... parece que no es verdad. (Turbado.)
ZAPATERA. Tiene usted mucha razón, pero yo desde entonces no como, ni duermo, ni vivo; porque él era mi alegría, mi defensa.
ZAPATERO. Y queriéndolo tanto como lo quería, ¿la abandonó? Por lo que veo su marido de usted era un hombre de pocas luces.
ZAPATERA. Haga el favor de guardarse la lengua en el bolsillo. Nadie le ha dado permiso para que dé su opinión.
ZAPATERO. Usted perdone, no he querido...
ZAPATERA. Digo... ¡con lo listo que era!
ZAPATERO. (Con guasa.) ¿Siiii?
ZAPATERA. (Enérgica.) Sí. ¿Ve usted todos esos romances y coplillas que canta y cuenta por los pueblos? Pues todo eso es un ochavo comparado con lo que él sabía... él sabía... ¡el triple!
ZAPATERO. (Serio.) No puede ser.
ZAPATERA. (Enérgica.) Y el cuádruple... Me los decía todos a mí cuando nos acostábamos. Historietas antiguas que usted no habrá oído mentar siquiera... (Gachona.) y a mí me daba un susto... pero él me decía: « ¡Preciosa de mi alma, si esto ocurre de mentirijillas! ».
ZAPATERO. (Indignado.) ¡Mentira!
ZAPATERA. (Extrañadísima.) ¿Eh? ¿Se le ha vuelto el juicio?
ZAPATERO. ¡Mentira!
ZAPATERA. (Indignada.) Pero ¿qué es lo que está usted diciendo, titiritero del demonio?
ZAPATERO. (Fuerte y de pie.) Que tenía mucha razón su marido de usted. Esas historietas son pura mentira, fantasía nada más. (Agrio.)
ZAPATERA. (Agria.) Naturalmente, señor mío. Parece que me toma por tonta de capirote.
ZAPATERO. Perdone, no he querido decir eso.
ZAPATERA. Todo el mundo tiene sentimientos.
ZAPATERO. Según se mire. He conocido mucha gente sin sentimientos. En mi pueblo vivía una mujer... en cierta época, que tenía el suficiente mal corazón para hablar con sus amigos por la ventana mientras el marido hacía botas y zapatos de la mañana a la noche.
ZAPATERA. (Levantándose y cogiendo una silla.) ¿Eso lo dice por mí?
ZAPATERO. ¿Cómo?@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¡Que si va con segunda, dígalo! ¡Sea valiente!
ZAPATERO. (Humilde.) Señorita, ¿qué está usted diciendo? ¿Qué sé yo quién es usted? Yo no la he ofendido en nada; ¿por qué me falta de esa manera?
ZAPATERA. (Enérgica, pero conmovida.) Mire usted, buen hombre. Yo he hablado así porque estoy sobre ascuas; todo el mundo me asedia, todo el mundo me critica. Si estoy sola, si soy joven y vivo ya sólo de mis recuerdos. (Llora.)
ZAPATERO. (Lloroso.) Ya comprendo, preciosa joven. Lo comprendo mucho más de lo que pueda imaginarse, porque... ha de saber usted con toda clase de reservas que su situación es... sí, no cabe duda, idéntica a la mía.
ZAPATERA. (Intrigada.) ¿Es posible?
ZAPATERO. (Se deja caer sobre la mesa.) A mí... ¡me abandonó mi esposa!
ZAPATERA. ¡No me lo puedo creer!
ZAPATERO. Ella soñaba con un mundo que no era el mío, era fantasiosa y dominante, gustaba demasiado de la conversación y las golosinas que yo no podía costearle, y un día tormentoso de viento huracanado me abandonó para siempre.
ZAPATERA. ¿Y qué hace usted ahora, corriendo mundo?
ZAPATERO. Voy en su busca para perdonarla y vivir con ella lo poco que me queda de vida. A mi edad ya se está malamente por esas posadas de Dios.
ZAPATERA. (Rápida.) Tome un poquito de café caliente que después de toda este jaleo le servirá de salud. (Va al mostrador a echar el café y vuelve la espalda al Zapatero.)
ZAPATERO. (Persignándose exageradamente y abriendo los ojos.) Dios te lo premie, clavellinita encarnada.
ZAPATERA. (Le o frece la taza. Se queda con el plato en las manos y él bebe a sorbos.) ¿Está bueno?
ZAPATERO. (Meloso.) ¡Como hecho por sus manos!
ZAPATERA. (Sonriente.) ¡Muchas gracias!
ZAPATERO. (En el último trago.) ¡Ay, qué envidia me da su marido!
ZAPATERA. ¿Por qué?
ZAPATERO. (Galante.) ¡Porque se pudo casar con la mujer más preciosa de la tierra!
ZAPATERA. (Derretida.) ¡Qué cosas tiene!
ZAPATERO. Y ahora casi me alegro de tenerme que marchar, porque usted sola, yo solo, usted tan guapa y yo con mi lengua en su sitio, me parece que se me escaparía cierta insinuación...
ZAPATERA. (Reaccionando.) Por Dios, ¡quite de ahí! ¿Qué se figura? ¡Yo guardo mi corazón entero para el que está por esos mundos, para quien debo, para mi marido!
ZAPATERO. (Contentísimo y tirando el sombrero al suelo.) ¡Eso está pero que muy bien! Así son las mujeres verdaderas, ¡así!
ZAPATERA. (Un poco guasona y sorprendida.) Me parece a mí que usted está un poco... (Se lleva el dedo a la sien.)
ZAPATERO. Lo que usted quiera. ¡Pero sepa y entienda que yo no estoy enamorado de nadie más que de mi mujer, mi muñequita loca …
ZAPATERA. Y yo de mi marido y de nadie más que de mi marido. Cuántas veces lo he dicho para que lo oyeran hasta los sordos. (Con las manos cruzadas.) ¡Ay, qué zapaterillo de mi alma!
ZAPATERO. (Aparte.) ¡Ay, qué zapaterilla de mi corazón! (Golpes en la puerta.)




ESCENA VI

Zapatera, Zapatero y Niño.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¡Jesús! Está una en un continuo sobresalto. ¿Quién es?
NIÑO. ¡Abre!
ZAPATERA. ¿Pero es posible? ¿Cómo has venido?
NIÑO. ¡Ay, vengo corriendo para decírtelo!
ZAPATERA. ¿Qué ha pasado?
NIÑO. Se han hecho heridas con las navajas dos o tres mozos y te echan a ti la culpa. Heridas que echan mucha sangre. Todas las mujeres han ido a ver al juez para que te vayas del pueblo. Y los hombres querían que el cura tocara las campanas para cantar tus coplas... (El Niño está jadeante y sudoroso.)
ZAPATERA. (Al Zapatero.) ¿Lo está usted viendo?
NIÑO. Toda la plaza está llena de corrillos... parece la feria... ¡y todos contra ti!
ZAPATERO. ¡Canallas! Intenciones me dan de salir a defenderla.
ZAPATERA. ¿Para qué? Lo meterían en la cárcel. Yo soy la que va a tener que marcharme.
NIÑO. Desde la ventana de tu cuarto puedes ver el jaleo de la plaza.
ZAPATERA. (Rápida.) Vamos, quiero comprobar la maldad de las gentes. (Mutis rápido.)

ESCENA VII

Zapatero.
ZAPATERO. Sí, sí, canallas... pero pronto ajustaré cuentas con todos y me las pagarán... ¡Ay, casita mía, qué calor más agradable sale por tus puertas y ventanas! ¡Y qué disparate no sospechar que mi mujer era de oro puro, del mejor oro de la tierra! ¡Casi me dan ganas de llorar!

ESCENA VIII

Zapatero y Vecinas.
VECINA ROJA. (Entrando rápida.) Buen hombre.
VECINA AMARILLA. (Rápida.) Buen hombre.
VECINA VERDE. Salga en seguida de esta casa. Usted es persona decente y no debe estar aquí.
VECINA MORADA. Ésta es la casa de una leona, de una hiena.
VECINA NARANJA. De una mal nacida, desengaño de los hombres.
VECINA AMARILLA. Pero o se va del pueblo o la echamos. Nos trae locas.
VECINA ROJA. Muerta la quisiera ver.
VECINA MORADA. Arrepentida por lo que ha hecho.
ZAPATERO. (Angustiado.) ¡Basta!
VECINA NARANJA. Ha corrido la sangre.@@@ Manolo Segura @@@
VECINA VERDE. No quedan pañuelos blancos.
VECINA ROJA. Dos hombres como dos soles.
VECINA AMARILLA. Con las navajas clavadas.
ZAPATERO. (Fuerte.) ¡Basta ya!
VECINA MORADA. Por culpa de ella.
VECINA VERDE. Ella, ella y ella.
VECINA NARANJA. Miramos por usted.
VECINA AMARILLA. ¡Le avisamos con tiempo!
ZAPATERO. Grandísimas embusteras, mentirosas, mal nacidas. Os voy a arrastrar del pelo.
VECINA ROJA. (A la otra.) ¡También lo ha conquistado!
VECINA VERDE. ¡A fuerza de besos habrá sido!
ZAPATERO. ¡Así os lleve el demonio! ¡Mentirosas!
VECINA MORADA. (En la ventana.) ¡Comadre, corra usted! (Sale corriendo. Las dos Vecinas hacen lo mismo.)


ESCENA IX

Zapatero, Zapatera y Niño.
( Entra la Zapatera)
ZAPATERO. ¿Y no flaqueará algún día su fortaleza?
ZAPATERA. Nunca se rinde la que, como yo, está sostenida por el amor y la honradez. Soy capaz de seguir así hasta que se me vuelva cana toda mi mata de pelo.
ZAPATERO. Me emociono.
ZAPATERA. Mire usted, tengo a todo el pueblo encima, quieren venir a matarme, y sin embargo no tengo ningún miedo.
ZAPATERO. ¿Y por qué no cambia de vida?
ZAPATERA. ¿Pero usted está en su juicio? ¿Qué voy a hacer? ¿Dónde voy así? Aquí estoy y Dios dirá. (Fuera y muy lejanos se oyen murmurllos y aplausos.)
ZAPATERO. Yo lo siento mucho, pero tengo que emprender mi camino antes que la noche se me eche encima. ¿Cuánto debo? (Coge el cartelón.)
ZAPATERA. Nada.
ZAPATERO. No estoy de acuerdo.
ZAPATERA. Lo comido por lo servido. j
ZAPATERO. Muchas gracias. (Triste se carga el cartelón.) Entonces, adiós... para toda la vida, porque a mi edad... (Está conmovido.)
ZAPATERA. (Reaccionando.) Yo no quisiera despedirme así. Yo soy mucho más alegre. (En voz clara.) Buen hombre, Dios quiera que encuentre usted a su mujer, para que vuelva a vivir con el cuido y la decencia a que estaba acostumbrado. (Está conmovida.)
ZAPATERO. Igualmente le digo de su esposo. Pero usted ya sabe que el mundo es reducido, ¿qué quiere que le diga si por casualidad me lo encuentro en mis caminatas?
ZAPATERA. Dígale usted que lo adoro.
ZAPATERO. (Acercándose.) ¿Y qué más?
ZAPATERA. Que a pesar de sus cincuenta y tantos años, benditos cincuenta años, me resulta más juncal y torerillo que todos los hombres del mundo.
ZAPATERO. ¡Niña! ¡Le quiere usted tanto como yo a mi mujer!
ZAPATERA. ¡Muchísimo más!
ZAPATERO. No es posible. Yo soy como un perrillo y mi mujer manda en el castillo, ¡pero que mande! Que para eso sabe mandar. (Está cerca de ella y como adorándola.)
ZAPATERA. Y no se le olvide decirle que lo espero, que el invierno tiene las noches largas y frías.
ZAPATERO. Entonces, ¿lo recibiría usted bien?
ZAPATERA. Como si fuera el rey y la reina juntos.
ZAPATERO. (Temblando.) ¿Y si por casualidad llegara ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Me volvería loca de alegría!
ZAPATERO. ¿Le perdonaría su locura?
zAPATERA. ¡Cuanto tiempo hace que se la perdoné!
ZAPATERO. ¿Quiere usted que llegue ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Ay, si viniera!
ZAPATERO. (Gritando.) ¡Pues aquí está!
ZAPATERA. ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. (Quitándose las gafas y el disfraz.) ¡Que ya no puedo más! ¡Zapatera de mi corazón! (La Zapatera está como loca, con los brazos separados del cuerpo. El Zapatero abraza a la Zapatera y ésta lo mira fijamente en medio de su crisis. Fuera se oye claramente un run﷓run de coplas.)
VOZ. (Dentro.)

La señora zapatera
al marcharse su marido
ha montado una taberna
donde acude el señorío.

ZAPATERA. (Reaccionando.) Pillo, gránujá, tunante, canalla! ¿Lo oyes? ¡Por tu culpa! (Tira las sillas.)
ZAPATERO. (Emocionado dirigiéndose al banquillo.) ¡Mujer de mi corazón!
ZAPATERA. ¡Corremundos! ¡Ay, cómo me alegro de que hayas venido! ¡Qué vida te voy a dar! ¡Ni la Inquisición! ¡Ni los templarios de Roma!
ZAPATERO. (En el banquillo.) ¡Casa de mi felicidad! (Las coplas se oyen cerquísima, los Vecinos aparecen en la ventana.)
VOCES. (Dentro.)
Quién te compra zapatera
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
Zapatera, zapatera,
¡zapatera te has lucido!

ZAPATERA. ¡Qué desgraciada soy! ¡Con este hombre que Dios me ha dado! (Yendo a la puerta.) ¡Callarse largos de lengua, granujas, tunantes! Y venid, venid ahora, si queréis. Ya somos dos a defender mi casa, ¡dos! ¡dos! yo y mi marido. (Dirigiéndose al Marido ygolpeándole con la escoba mientras cae al suelo.) ¡Con este pillo, con este granuja! (El ruido de las coplas llena la escena. Una campana rompe a tocar lejana y furiosamente.)

Telón

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