Blogia
Lo leo

Teatro. La zapatera prodigiosa. acto 1º

Teatro. La zapatera prodigiosa. acto 1º

La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca.

 

Para realizar una lectura de la obra de teatro debéis determinar primero el papel de qué personaje va a leer cada uno. Necesitas los siguientes lectores:

NIÑO, ZAPATERA, ZAPATERO, ALCALDE, MIRLO, MOZO Y LAS VECINAS ROJA, NARANJA, AMARILLA MORADA Y VERDE. @@@Manolo Segura@@@

 

 

 

 

Acto primero

Casa del Zapatero. Banquillo y herramientas. Habitación com­pletamente blanca. Gran ventana y puerta. El foro es una calle también blanca con algunas puertecitas y ventanas en gris. A de­recha a izquierda, puertas. Toda la escena tendrá un aire de opti­mismo y alegría exaltada en los más pequeños detalles. Una sua­ve luz naranja de media tarde invade la escena.@@@Manolo Segura@@@

Al levantarse el telón la Zapatera viene de la calle toda furiosa y se detiene en la puerta. Viste un traje verde rabioso y lleva el pelo tirante, adornado con dos grandes rosas. Tiene un aire agreste y dulce al mismo tiempo.

ESCENA PRIMERA

La Zapatera y luego un Niño.

ZAPATERA. Cállate, larga de lengua, que si yo lo he hecho... si yo lo he hecho, ha sido por mi pro­pio gusto... Si no te metes dentro de tu casa te hubiera arras­trado; y esto lo digo para que me oigan todas las que están detrás de las ventanas. Que más vale es­tar casada con un viejo, que con un tuerto, como tú estás. Y no quiero más conversación, ni contigo ni con nadie, ni con nadie, ni con nadie. (Entra dando un fuerte portazo.) Ya sabía yo que con esta clase de gente no se podía hablar ni un segundo... pero la culpa la tengo yo, yo y yo... que debí es­tarme en mi casa con... , con mi mari­do. Quién me hubiera dicho a mí, con estos ojos negros, que hay que ver el mérito que eso tiene, con este talle y estos colores tan hermosísimos, que me iba a ver casada con... me tiraría del pelo. (Llora. Llaman a la puerta.) ¿Quién es? (No responden y llaman otra vez.) ¿Quién es? (Enfurecida.)

ESCENA II

La Zapatera y el Niño.

NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y conmovida.)

NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando?

ZAPATERA. No, es que un mosquito de esos que hacen piiiiii, me ha picado en este ojo.

NIÑO. ¿Quiere usted que le sople?

ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?

NIÑO. Vengo con estos zapatos de charol, costaron cinco du­ros, para que los arregle su marido. Son de mi hermana la grande, la que tiene el cutis fino y se pone dos lazos, que tie­ne dos, un día uno y otro día otro, en la cintura.

ZAPATERA. Déjalos ahí, ya los arreglarán.

NIÑO. Dice mi madre que tenga cuidado de no darles muchos martillazos, que el charol es muy delicado, para que no se estropee el charol.

ZAPATERA. Dile a tu madre que ya sabe mi marido lo que tiene que hacer, y que ojalá supiera ella aliñar con laurel y pimienta un buen guiso como mi marido componer za­patos.

NIÑO. (Haciendo pucheros.) No se disguste usted conmigo, que yo no tengo la culpa y todos los días estudio muy bien la gramática. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Dulce.) ¡Hijo mío! ¡Prenda mía! ¡Si contigo no es nada! (Lo besa.) Toma este muñequito, ¿te gusta? Pues llé­vatelo.

NIÑO. Me lo llevaré, porque como yo sé que usted no tendrá nunca niños...

ZAPATERA. ¿Quién te dijo eso?

NIÑO. Mi madre lo hablaba el otro día, diciendo: la zapatera no tendrá hijos, y se reían mis hermanas y la comadre Ra­faela.

ZAPATERA. (Nerviosísima.) ¿Hijos? Puede que los tenga más hermosos que todas ellas y con más arranque y más honra, porque tu madre... es menester que sepas...

NIÑO. Tome usted el muñequito, ¡no lo quiero!

ZAPATERA. (Reaccionando.) No, no, guárdalo, hijo mío... ¡Si contigo no es nada!

ESCENA III

Aparece por la izquierda el Zapatero. Viste traje de terciopelo con botones de plata, pantalón corto y corbata roja. Se dirige al banquillo.

ZAPATERA. ¡Adiós, niño!

NIÑO. (Asustado.) ¡Ustedes se conserven bien! ¡Hasta la vista! ¡Que sea enhorabuena! (Sale corriendo por la calle.) @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Adiós, hijito. Si hubiera reventado antes de na­cer, no estaría pasando estos trabajos y estas tribulaciones. ¡Ay dinero, dinero!, sin manos y sin ojos debería haberse quedado el que te inventó.

ZAPATERO. (En el banquillo.) Mujer, ¿qué estás diciendo...?

ZAPATERA. ¡Lo que a ti no te importa!

ZAPATERO. A mí no me importa nada de nada. Ya sé que tengo que aguantarme.

ZAPATERA. También me aguanto yo... piensa que tengo die­ciocho años.

ZAPATERO. Y yo... cincuenta y tres. Por eso me callo y no me disgusto contigo... ¡demasiado sé yo!... Trabajo para ti... y sea lo que Dios quiera...

ZAPATERA. (Está de espaldas a su marido y se vuelve y avanza tierna y conmovida.) Eso no, hijo mío... ¡no digas...!

ZAPATERO. Pero, ¡ay, si tuviera cuarenta años o cuarenta y cinco, siquiera...! (Golpea furiosamente un zapato con el mar­tillo.) @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Enardecida.) Entonces yo sería tu criada, ¿no es esto? Si una no puede ser buena... ¿Y yo?, ¿es que no valgo nada?

ZAPATERO. Mujer... repórtate.

ZAPATERA. ¿Es que mi frescura y mi cara no valen todos los dineros de este mundo?

ZAPATERO. Mujer... ¡que te van a oír los vecinos!

ZAPATERA. Maldita hora, maldita hora, en que le hice caso a mi compadre Manuel.

ZAPATERO. ¿Quieres que te eche un refresquito de limón?

ZAPATERA. ¡Ay, tonta, tonta, tonta! (Se golpea la frente.) Con tan buenos pretendientes como yo he tenido.

ZAPATERO. (Queriendo suavizar.) Eso dice la gente. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. ¿La gente? Por todas partes se sabe. Lo mejor de estas vegas. Pero el que más me gustaba a mí de todos era Emiliano... tú lo conociste... Emiliano, que venía montado en una jaca negra, llena de borlas y espejitos, con una vari­lla de mimbre en su mano y las espuelas de cobre relucien­te. ¡Y qué capa traía por el invierno! ¡Qué vueltas de pana azul y qué agremanes de seda!

ZAPATERO. Así tuve yo una también... son unas capas pre­ciosísimas.

ZAPATERA. ¿Tú? ¡Tú qué ibas a tener!... Pero, ¿por qué te ha­ces ilusiones? Un zapatero no se ha puesto en su vida una prenda de esa clase...

ZAPATERO. Pero, mujer, ¿no estás viendo?...

ZAPATERA. (Interrumpiéndole.) También tuve otro pretendien­te... (El Zapatero golpea fuertemente el zapato.) Aquél era me­dio señorito... tendría dieciocho años, ¡se dice muy pronto! ¡Dieciocho años! (El Zapatero se revuelve inquieto.)

ZAPATERO. También los tuve yo.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Tú no has tenido en tu vida dieciocho años... Aquél sí que los tenía y me decía unas cosas...

ZAPATERO. (Golpeando furioso.) ¿Te quieres callar? Eres mi mujer, quieras o no quieras, y yo soy tu esposo. Estabas abandonada, sin camisa, ni hogar. ¿Por qué me has querido? ¡Fantasiosa, fantasiosa, fantasiosa!

ZAPATERA. (Levantándose.) ¡Cállate! No me hagas hablar más de lo prudente y ponte a tu obligación. ¡Parece men­tira! (Dos Vecinas con mantilla cruzan la ventana sonrien­do.) ¿Quién me lo iba a decir, viejo pellejo, que me ibas a dar tal pago? ¡Pégame, si te parece, anda, tírame el martillo!

ZAPATERO. Ay, mujer... no me des escándalos, ¡mira que viene la gente! ¡Ay, Dios mío! (Las dos Vecinas vuelven a cruzar.)

ZAPATERA. Yo me he rebajado. ¡Tonta, tonta, tonta! Maldi­to sea mi compadre Manuel, malditos sean los vecinos, ton­ta, tonta, tonta. (Sale golpeándose la cabeza.)

ESCENA IV

Zapatero, Vecina Roja y Niño.

ZAPATERO. (Mirándose en un espejo y contándose las arrugas.) Una, dos, tres, cuatro... y mil arrugas. (Guarda el espejo.) Pero me está muy bien empleado, sí señor. Porque vamos a ver: ¿por qué me habré casado? Yo debí haber comprendido que las mujeres les gustan a todos los hombres, pero todos los hombres no les gustan a todas las mujeres. ¡Con lo bien que yo estaba! Mi hermana, mi hermana tiene la culpa, mi hermana que se empeñó: ¡«que si te vas a quedar solo», que si qué sé yo! Y esto es mi rui­na. ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse! (Fuera se oyen voces.) ¿Qué será?

VECINA ROJA. (En la ventana y con gran brío.) Buenas tardes.

ZAPATERO. (Rascándose la cabeza.) Buenas tardes.@@@Manolo Segura@@@

VECINA. Dile a tu mujer que salga. ¡Qué salga, a ver si por delante de mí casca tanto como por detrás!

ZAPATERO. ¡Ay, vecina de mi alma, no me dé usted escánda­los, por los clavitos de Nuestro Señor! ¿Qué quiere usted que yo le haga? Pero comprenda mi situación: toda la vida temiendo casarme... porque casarse es una cosa muy seria, y, a última hora, ya lo está usted viendo.

VECINA. ¡Qué lástima de hombre! ¡Cuánto mejor le hubiera ido a usted casado con gente de su clase! Con una de mis hijas, por ejemplo.

ZAPATERO. Y mi casa no es casa. ¡Es un guirigay!

VECINA. ¡Se arranca el alma! Tan buenísima sombra como ha tenido usted toda su vida.

ZAPATERO. (Mira por si viene su Mujer.) Anteayer... despe­dazó el jamón que teníamos guardado para estas Pascuas y nos lo comimos entero. Ayer estuvimos todo el día con unas sopas de huevo y perejil: bueno, pues porque protes­té de esto, me hizo beber tres vasos seguidos de leche sin hervir.

VECINA. ¡Qué fiera!

ZAPATERO. Así es, vecinita de mi corazón, que le agradecería en el alma que se retirase.

VECINA. ¡Ay, si viviera su hermana! Aquélla sí que era una santa.

ZAPATERO. Ya ves... y de camino llévate tus zapatos que es­tán arreglados. (Por la puerta de la izquierda asoma la Zapa­tera, que detrás de la cortina espía la escena sin ser vista.)

VECINA. (Mimosa.) ¿Cuánto me vas a llevar por ellos?... Los tiempos van cada vez peor.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. Lo que tú quieras... Ni que tire por allí ni que tire por aquí...

VECINA. (Dando en el codo a sus Hijas.) ¿Están bien en dos pe­setas?

ZAPATERO. ¡Tú dirás!

VECINA. Vaya... te daré una...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Saliendo furiosa.) ¡Ladrona! ¿Tienes valor de robar a este hombre de esa ma­nera? (A su Marido.) Y tú, ¿dejarte robar? Vengan los zapa­tos. Mientras no des por ellos diez pesetas, aquí se quedan.

VECINA. ¡Lagarta, lagarta!

ZAPATERA. ¡Mucho cuidado con lo que estás diciendo!

VECINA. Bien despachado vas de mujer, ¡que te aproveche! (Se van rápidamente. El Zapatero cierra la ventana y la puer­ta.)

ESCENA V

Zapatero y Zapatera.

ZAPATERO. Escúchame un momento...

ZAPATERA. (Recordando.) Lagarta... lagarta... qué, qué, qué... ¿qué me vas a decir?

ZAPATERO. Mira, hija mía. Toda mi vida ha sido en mí una verdadera preocupación evitar el escándalo. (El Zapatero traga constantemente saliva.)

ZAPATERA. ¿Pero tienes el valor de llamarme escandalosa, cuando he salido a defender tu dinero?

ZAPATERO. Yo no te digo más, que he huido de los escánda­los, como las salamanquesas del agua fría.

ZAPATERA. (Rápida.) ¡Salamanquesas! ¡Huy, qué asco!

ZAPATERO. (Armado de paciencia.) Me han provocado, me han insultado y no teniendo ni tanto así de cobarde me he aguantado por el mie­do de verme rodeado de gentes y en boca de nadie. De modo que ya lo sabes. ¿He ha­blado bien? Ésta es mi última palabra.

ZAPATERA. Pero vamos a ver: ¿a mí qué me importa todo eso? Me casé contigo, ¿no tienes la casa limpia? ¿No co­mes? ¿No te pones cuellos y puños que en tu vida te los ha­bías puesto? ¿No llevas tu reloj, tan hermoso, al que doy cuerda toda las noches? ¿Qué más quieres? Porque, yo, todo; menos esclava. Quie­ro hacer siempre mi santa voluntad.

ZAPATERO. No me digas... tres meses llevamos casados, yo, queriéndote... y tú, poniéndome verde. ¿No ves que ya no estoy para bromas?

ZAPATERA. (Seria y como soñando.) Queriéndome, querién­dome... Pero (Brusca.) ¿qué es eso de queriéndome? ¿Qué es queriéndome?

ZAPATERO. Tú te creerás que yo no tengo vista pero la tengo. Sé lo que haces y lo que no haces, y ya estoy harto, ¡hasta aquí!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Fiera.) Pues lo mismo se me da a mí que estés harto como que no estés, porque tú me importas tres pi­tos, ¡ya lo sabes! (Llora.)@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. ¿No puedes hablarme un poquito más bajo?

ZAPATERA. Merecías, por tonto, que colgara la calle a gritos.

ZAPATERO. Afortunadamente creo que esto se acabará pron­to; porque yo no sé cómo tengo paciencia.

ZAPATERA. Hoy no comemos... de manera que ya te puedes buscar la comida por otro sitio. (La Zapatera sale rápida­mente hecha una furia.)

ZAPATERO. Mañana (Sonriendo.) quizá la tengas que buscar tú también. (Se va al banquillo.)

ESCENA VI

Por la puerta central aparece el Alcalde. Viste de azul oscuro, gran capa y larga vara de mando rematada con cabos de plata. Habla despacio y con gran sorna.

ALCALDE. ¿En el trabajo?

ZAPATERO. En el trabajo, señor Alcalde.

ALCALDE. ¿Mucho dinero?

ZAPATERO. El suficiente. (El Zapatero sigue trabajando. El Al­calde mira curiosamente a todos lados.)

ALCALDE. Tú no estás bueno.

ZAPATERO. (Sin levantar la vista.) No.

ALCALDE. ¿La mujer?

ZAPATERO. (Asintiendo.) ¡La mujer!@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. (Sentándose.) Eso tiene casarse a tu edad... A tu edad se debe ya estar viudo... de una, como mínimum... Yo estoy de cuatro: Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gó­mez, que ha sido la última: buenas mozas todas, aficiona­das al baile y al agua limpia. Todas, sin excepción, han pro­bado esta vara repetidas veces. En mi casa... en mi casa, coser y cantar.

ZAPATERO. Pues ya está usted viendo qué vida la mía. Mi mu­jer... no me quiere. Habla por la ventana con todos. Has­ta con don Mirlo, y a mí se me está encendiendo la sangre.

ALCALDE. (Riendo.) Es que ella es una chiquilla alegre, eso es natural.

ZAPATERO. Estoy convencido... yo creo que esto lo hace por atormentarme; porque, estoy seguro..., ella me odia. Al principio creí que la dominaría con mi carácter dulzón y mis regalillos: collares de coral, cintillos, peinetas de con­cha... ¡hasta unas ligas! Pero ella... ¡es siempre ella!

ALCALDE. Y tú, siempre tú; ¡qué demonio! Vamos, lo estoy viendo y me parece mentira cómo un hombre, lo que se dice un hombre, no puede meter en cintura, no una, sino ochen­ta hembras. Si tu mujer habla por la ventana con todos, si tu mujer se pone agria contigo, es porque tú quieres, por­que tú no tienes arranque. A las mujeres, buenos apretones en la cintura, pisadas fuertes y la voz siempre en alto, y si con esto se atreven a hacer quiquiriquí, la vara, no hay otro remedio. Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última, te lo pueden decir desde la otra vida, si es que por casualidad están allí.

ZAPATERO. Pero si el caso es que no me atrevo a decirle una cosa. (Mira con recelo.)

ALCALDE. (Autoritario.) Dímela.

ZAPATERO. Comprendo que es una barbaridad .... pero yo no estoy enamorado de mi mujer.

ALCALDE. ¡Demonio!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. Sí, señor, ¡demonio!

ALCALDE. Entonces, grandísimo tunante, ¿por qué te has casado?

ZAPATERO. Ahí lo tiene usted. Yo no me lo explico tampoco. Mi hermana, mi hermana tiene la culpa. Que si te vas a quedar solo, que si qué sé yo, que si qué sé yo cuánto... Yo tenía dinerillos, salud, y dije: ¡allá voy! ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse!

ALCALDE. ¡Pues te has lucido!

ZAPATERO. Sí, señor, me he lucido... Ahora, que yo no aguanto más. Yo no sabía lo que era una mujer. Digo, ¡us­ted, cuatro! Yo no tengo edad para resistir este jaleo.

ZAPATERA. (Cantando dentro, fuerte.)

¡Ay, jaleo, jaleo,

ya se acabó el alboroto

y vamos al tiroteo!

ZAPATERO. Ya lo está usted oyendo.

ALCALDE. ¿Y qué piensas hacer?

ZAPATERO. Cuca silvana. (Hace el ademán.)

ALCALDE. ¿Se te ha vuelto el juicio?@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. (Excitado.) El zapatero a tus zapatos se acabó para mí. Yo soy un hombre pacífico. Yo no estoy acostum­brado a estos voceríos y a estar en lenguas de todos.

ALCALDE. (Riéndose.) Recapacita lo que has dicho que vas a hacer; que tú eres capaz de hacerlo, y no seas tonto. Es una lástima que un hombre como tú no tenga el carácter que de­bías tener. (Por la puerta de la izquierda aparece la Zapatera echándose polvos con una polvera rosa y limpiándose las ce­jas.)

ESCENA VII

Dichos y Zapatera,

ZAPATERA. Buenas tardes.@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. Muy buenas. (Al Zapatero.) ¡Como guapa, es gua­písima!

ZAPATERO. ¿Usted cree?

ALCALDE. ¡Qué rosas tan bien puestas lleva usted en el pelo y qué bien huelen!

ZAPATERA. Muchas que tiene usted en los balcones de su casa.

ALCALDE. Efectivamente. ¿Le gustan a usted las flores?

ZAPATERA. ¿A mí...? ¡Ay, me encantan! Hasta en el tejado tendría yo macetas, en la puerta, por las paredes. Pero a éste... a ése... no le gustan. Claro, toda la vida haciendo bo­tas, ¡qué quiere usted! (Se sienta en la ventana.) Y buenas tar­des. (Mira a la calle y coquetea.)

ZAPATERO. ¿Lo ve usted?

ALCALDE. Un poco brusca... pero es una mujer guapísima. ¡Qué cintura tan ideal!

ZAPATERO. No la conoce usted.@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. ¡Psch! (Saliendo majestuosamente.) ¡Hasta maña­na! Y a ver si se despeja esa cabeza. ¡A descansar, niña! ¡Qué lástima de talle! (Vase mirando a la Zapatera.) ¡Y hay que ver qué ondas en el pelo! (Sale.)

ESCENA VIII

Zapatero y Zapatera.

ZAPATERA. (Cantando.)

Si tu madre tiene un rey,

la baraja tiene cuatro:

rey de oros, rey de copas,

rey de espadas, rey de bastos.

(La Zapatera coge una silla y sentada en la

ventana empieza a darle vueltas.)

ZAPATERO. (Cogiendo otra silla y dándole vueltas en sentido contrario.) Si sabes que tengo esa superstición, y para mí esto es como si me dieras un tiro, ¿por qué lo haces?

ZAPATERA. (Soltando la silla.) ¿Qué he hecho yo? ¿No te digo que no me dejas ni moverme?

ZAPATERO. Ya estoy harto de explicarte... pero es inútil. (Va a hacer mutis, pero la Zapatera empieza otra vez y el Zapatero viene corriendo desde la puerta y da vueltas a su silla.) ¿Por qué no me dejas marchar, mujer?

ZAPATERA. ¡Jesús!, pero si lo que yo estoy deseando es que te vayas.

ZAPATERO. ¡Pues déjame!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Enfurecida.) ¡Pues vete! (Fuera se oye una flauta acompañada de guitarra que toca una polquita antigua con el ritmo cómicamente acusado. La Zapatera empieza a llevar el compás con la cabeza y el Zapatero huye por la izquierda.)

ESCENA IX

Zapatera.

ZAPATERA. (Cantando.) Larán... larán... A mí, es que la flau­ta me ha gustado siempre mucho... Yo siempre he tenido delirio por ella... Casi se me saltan las lágrimas... ¡Qué pri­mor! Larán, larán... Oye... Me gustaría que él la oyera... (Se levanta y se pone a bailar como si lo hiciera con novios imagi­narios.) ¡Ay, Emiliano! Qué cintillos tan preciosos llevas... No, no... me da vergüencilla... Pero, José María, ¿no ves que nos están viendo? Coge un pañuelo, que no quiero que me manches el vestido. A ti te quiero, a ti... ¡Ah, sí!... ma­ñana que traigas la jaca blanca, la que a mí me gusta. (Ríe. Cesa la música.) ¡Qué mala sombra! Esto es dejar a una con la miel en los labios...

ESCENA X

Aparece en la ventana don Mirlo. Viste de negro, frac y pantalón corto. Le tiembla la voz y mueve la cabeza como un muñeco de alambre.

MIRLO. ¡Chisssssss!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Sin mirar y vuelta de espalda a la ventana.) Pin, pin, pío, pío, pío.

MIRLO. (Acercándose más.) ¡Chissss! Zapaterita blanca, como el corazón de las almendras, pero amargosilla tam­bién. Zapaterita... junco de oro encendido... Zapaterita, bella Otero de mi corazón.

ZAPATERA. Cuánta cosa, don Mirlo; a mí me parecía impo­sible que los pajarracos hablaran. Pero si anda por ahí re­voloteando un mirlo negro, negro y viejo... sepa que yo no puedo oírle cantar hasta más tarde... pin, pío, pío, pío.

MIRLO. Cuando las sombras crepusculares invadan con sus tenues velos el mundo y la vía pública se halle libre de transeúntes, volveré. (Toma rapé y estornuda sobre el cuello de la Zapatera.)

ZAPATERA. (Volviéndose airada y pegando a don Mirlo, que tiembla.) ¡Aaaa! (Con cara de asco:) ¡Y aunque no vuelvas, indecente! Mirlo de alambre, pajarraco. Corre. corre... ¿Se habrá visto? ¡Mira que estornudarme encima! ¡Vaya mu­cho con Dios! ¡Qué asco!

ESCENA XI

En la ventana se para el Mozo de la Faja. Tiene el sombrero plano echado a la cara y da pruebas de gran pesadumbre.

MOZO. ¿Se toma el fresco, zapaterita?@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Exactamente igual que usted.

MOZO. Y siempre sola... ¡Qué lástima!

ZAPATERA. (Agria.) ¿Y por qué, lástima?

MOZO. Una mujer como usted, con ese pelo y esa cara tan hermosísima...

ZAPATERA. (Más agria.) Pero, ¿por qué lástima?

MOZO. Porque usted es digna de estar pintada en las tarjetas postales y no aquí.

ZAPATERA. ¿Sí?... A mí las tarjetas postales me gustan mu­cho, sobre todo las de novios que se van de viaje...

MOZO. ¡Ay, zapaterita, qué guapa estás! (Siguen hablan­do.)

ZAPATERO. (Entrando y retrocediendo.) ¡Con todo el mundo y a estas horas! ¡Qué dirán los que vengan al rosario de la iglesia! ¡Qué dirán en el casino! ¡Me estarán poniendo!... En cada casa, un traje con ropa interior y todo. (Zapatera ríe.) ¡Ay, Dios mío! ¡Tengo razón para marcharme! Quisie­ra oír a la mujer del sacristán; ¿y los curas? ¿Qué di­rán los curas? Eso será lo que habrá que oír. (Entra desespe­rado.)

MOZO. ¿Cómo quiere que se lo exprese...? Yo la quiero, te quiero como...

ZAPATERA. Verdaderamente eso de «la quiero», «te quiero», suena de un modo que parece que me están haciendo cos­quillas con una pluma detrás de las orejas. Te quiero, la quiero...

MOZO. ¿Cuántas semillas tiene el girasol?

ZAPATERA. ¡Yo qué sé!@@@Manolo Segura@@@

MOZO. Tantos suspiros doy cada minuto por usted; por ti...

(Muy cerca.)

ZAPATERA. (Brusca.) Estáte quieto. Yo puedo oírte hablar por­que me gusta y es bonito, pero nada más, ¿lo oyes? ¡Estaría bueno!

MOZO. Pero eso no puede ser. ¿Es que tienes otro compro­miso?

ZAPATERA. Mira, vete.

MOZO. No me muevo de este sitio sin el sí. ¡Ay, mi zapateri­ta, dame tu palabra! (Va a abrazarla.)

ZAPATERA. (Cerrando violentamente la ventana.) ¡Pero qué impertinente, qué loco!... ¡Si te he hecho daño te aguan­tas!... ¿Es que en este pueblo no puede una hablar con nadie? Por lo que veo, en este pueblo no hay más que dos extremos: o monja o trapo de fregar... ¡Era lo que me que­daba que ver! (Haciendo como que huele y echando a correr.) ¡Ay, mi comida que está en la lumbre! ¡Mujer ruin!

ESCENA XII

La luz se va marchando. El Zapatero sale con una gran capa y un bulto de ropa en la mano.

ZAPATERO. ¡O soy otro hombre o no me conozco! ¡Ay, casi­ta mía! ¡Ay, banquillo mío! Cerote, clavos, pieles de bece­rro... Bueno. Tengo ganas de irme, pero es que me da mucha pena abandonar mi casa, mi pueblo, mi trabajo,… Pero no tengo otra salida porque, vamos a ver, ¿yo soy capaz de domarla o no? Porque con esa sangre de toro que tiene me echa al suelo en el momento que le ponga la mano encima. Así que no tengo otro remedio.(Sale pero retrocede rápido al encontrarse con las vecinas)

VECINA NARANJA Descansando, ¿verdad?

VECINA AMARILLA ¡Hace usted bien en descansar! @@@Manolo Segura@@@

VECINA MORADA Descanse y disfrute.

VECINA VERDE Mañana será otro día.

ZAPATERO. (Con mal humor.) ¡Buenas noches!

VECINA NARANJA Olvídese de ella.

VECINA AMARILLA ¿No nos ve a nosotras?

BEATA A descansar, maestro.@@@Manolo Segura@@@

BEATA 2ª ¡A descansar, a descansar! (Se van.)

ZAPATERO. Sí, descansando... ¡Pues no están siempre detrás de la puerta! ¡Brujas, sayonas! ¡Cuidado con el retintín con que me lo han dicho! Claro... si en todo el pueblo no se hablará de otra cosa: ¡que si yo, que si ella, que si los mo­zos! ¡Ay! ¡Mal rayo parta a mi hermana que en paz descan­se! ¡Pero primero solo que señalado por el dedo de los de­más! (Sale rápidamente y deja la puerta abierta. Por la izquierda aparece la Zapatera.)

ESCENA XIII

La Zapatera.

ZAPATERA. Ya está la comida... ¿me estás oyendo? (Avanza hacia la puerta de la derecha:) ¿Me estás oyendo? Pero, ¿ha­brá tenido el valor de marcharse al cafetín, dejando la puerta abierta... y sin haber terminado los zapatos? Pues cuando vuelva, ¡me oirá! ¡Me tiene que oír! ¡Qué hombres son los hombres, qué abusivos y qué... qué... vaya!... Pues si tarda siquiera dos minu­tos más, como yo sola, que me basto y me sobro... ¡Con la comida tan buena que he preparado...! Mi cocido, con sus patatas de la sierra, dos pimientos verdes, pan blanco, un poquito magro de tocino, y arrope con calabaza y cáscara de limón para encima, ¡porque lo que es cuidarlo, lo que es cuidarlo, lo estoy cuidando a mano! (Durante todo este monólogo da muestras de gran actividad, moviéndose de un lado para otro, arreglando las sillas, despabilando el velón y quitándose motas del vestido.)

ESCENA XIV

Niña, Zapatera, Alcalde, Sacristana, Vecinos y Vecinas.

NIÑO. (En la puerta.) ¿Estás disgustada, todavía?

ZAPATERA. Primorcito de su vecina, ¿dónde vas?

NIÑO. (En la puerta.) Tú no me regañarás, ¿verdad?, porque a mi madre que algunas veces me pega, la quiero veinte arro­bas, pero a ti te quiero treinta y dos y media...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. ¿Por qué eres tan precioso? (Sienta al Niño en sus rodillas.)

NIÑO. Yo venía a decirte una cosa que nadie quiere decirte. Ve tú, ve tú, ve tú, y nadie quería y entonces, «que vaya el niño», dijeron... porque era un notición que nadie quiere dar.

ZAPATERA. Pero dímelo pronto, ¿qué ha pasado?

NIÑO. No te asustes, que de muertos no es.

ZAPATERA. ¡Anda! Cuéntamela.

NIÑO. Mira, zapaterita...

¡Es verdad! (Rápido.) ¡Pero yo no tengo la culpa!

ZAPATERA. ¡Vamos! ¿Quieres decirme lo que pasa? ¡Pronto!

NIÑO. ¡Ay! Pues, mira... tu marido, el zapatero, se ha ido para no volver más.

ZAPATERA. (Aterrada.) ¿Cómo?

NIÑO. Sí, sí, eso ha dicho en casa antes de montarse en la di­ligencia, que lo he visto yo... y nos encargó que te lo dijéra­mos y ya lo sabe todo el pueblo...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Sentándose desplomada.) ¡No es posible, esto no es posible! ¡Yo no lo creo!

NIÑO. ¡Sí que es verdad, no me regañes!

ZAPATERA. (Levantándose hecha una furia y dando fuertes pi­sotadas en el suelo.) ¿Y me da este pago? ¿Y me da este pago? (El Niño se refugia detrás de la mesa.)

NIÑO. ¡Que se caen las horquillas!

ZAPATERA. ¿Qué va a ser de mí sola en esta vida? ¡Ay, ay, ay!

(El Niño sale corriendo. La ventana y las puertas están llenas de vecinos.) Sí, sí, venid a verme, cascantes, comadricas, por vuestra culpa ha sido...

ALCALDE. Mira, ya te estás callando. Si tu marido te ha dejado ha sido porque no lo querías, porque no podía ser.

ZAPATERA. ¿Pero lo van a saber ustedes mejor que yo? Sí, lo quería, vaya si lo quería, que pretendientes buenos y muy riquísimos he tenido y no les he dado el sí jamás. ¡Ay, po­brecito mío, qué cosas te habrán contado!

VECINA ROJA. (Entrando.) Mujer, repórtate. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. No me resigno. No me resigno. ¡Ay, ay! (Por la puerta empiezan a entrar Vecinas vestidas con colores violen­tos y que llevan grandes vasos de refrescos. Giran, corren, en­tran y salen alrededor de la Zapatera que está sentada gritan­do, con la prontitud y ritmo de baile. Las grandes faldas se abren a las vueltas que dan. Todos adoptan una actitud cómi­ca de pena.)

VECINA AMARILLA. Un refresco.

VECINA ROJA: Un refresquito.

VECINA VERDE. Para la sangre.

VECINA NARANJA. De limón.

VECINA MORADA. De zarzaparrilla.

VECINA ROJA. La menta es mejor.

VECINA MORADA. Vecina.

VECINA VERDE. Vecinita.

VECINA AMARILLA. Zapatera.

VECINA NARANJA. Zapaterita.@@@Manolo Segura@@@

(Las Vecinas arman gran algazara. La Zapa­tera llora a gritos.)

Telón@@@Manolo Segura@@@

 

 

0 comentarios