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Ésto es el colmo

¿Cuál es el colmo de un abanico...

 

tener aires de superioridad.

 

 

¿Cuál es el colmo de un agricultor...

 

 

sacarle la raíz cuadrada a un árbol.

 

¿Cuál es el colmo de un albañil...

 

 

tener una hija paleta y un hijo más sordo que una tapia.

 

¿Cuál es el colmo de un amnésico...

 

 

que cuando se muera le hagan un monumento a su memoria.

 

¿Cuál es el colmo de un anestesista...

 

 

tener que dormir la «mona».

 

¿Cuál es el colmo de un arquitecto...

 

 

llamarse Armando Casas y construir castillos en el aire.

 

¿Cuál es el colmo de un asesino...

 

 

no saber matar el tiempo.

 

¿Cuál es el colmo de un artificiero...

 

 

tener un carácter explosivo.

 

¿Cuál es el colmo de una aspiradora...

 

 

ser alérgica al polvo.

 

¿Cuál es el colmo de un astrónomo...

 

 

enamorarse de una estrella... de cine.

 

¿Cuál es el colmo de un atleta...

 

 

hacer una carrera solo y llegar el segundo.

 

¿Cuál es el colmo de un ávaro...

 

 

no gastar ni una broma y tener que trabajar «de jar-dinero».

 

¿Cuál es el colmo de un avicultor...

 

 

ser un gallina.

 

¿Cuál es el colmo de una ballena...

 

 

ir vacía.

 

¿Cuál es el colmo de un barrendero...

 

 

tener que barrer el desierto.

 

¿Cuál es el colmo de una bicicleta...

 

 

llevar televisores en lugar de radios.

 

¿Cuál es el colmo de un boxeador...

 

 

intentar sacarse un moco con el guante puesto.

 

¿Cuál es el colmo de un caballo...

 

 

tener silla y no poder sentarse.

 

¿Cuál es el colmo de una cabra...

 

 

tener hijos chivatos.

 

¿Cuál es el colmo de un calvo...

 

 

que en un cumpleaños le regalen un peine y un sombrero que le venga al pelo.

 

¿Cuál es el colmo de un calvo...

 

 

no poder tirarse de los pelos cuando se enfada.

 

¿Cuál es el colmo de un calvo...

 

 

caerse de un noveno piso y salvarse por los pelos.

 

¿Cuál es el colmo de un camello...

 

 

pasarse el día jorobado.

 

¿Cuál es el colmo de un carnicero...

 

 

tener una hija jamona y un hijo chorizo.

 

¿Cuál es el colmo de un carnicero...

 

 

tener manitas de cerdo.

 

¿Cuál es el colmo de un carnicero...

 

 

casarse con una paleta que sea jamona.

 

¿Cuál es el colmo de un carnicero...

 

 

tener un hijo chuleta y un perro salchicha.

 

¿Cuál es el colmo de un carpintero...

 

 

tener el pelo al cepillo y una pata de palo.

 

¿Cuál es el colmo de un carpintero....

 

 

casarse con una mujer coqueta y cómoda.

 

¿Cuál es el colmo de un carpintero...

 

 

tener unos hijos listones, unas hijas traviesas, un hermano madero y un perro que le mueva la cola.

 

¿Cuál es el colmo de un carpintero....

 

 

pasarse el día tocando madera.

 

¿Cuál es el colmo de un centinela...

 

 

dar el «alto» a un bajo.

 

¿Cuál es el colmo de un ciego...

 

 

llamarse Casimiro Miranda, vivir en el noveno B de la calle Buenavista y tener una fábrica de tuberías.

 

¿Cuál es el colmo de un cocinero...

 

que su madre se enfade y le dé una galleta.

 

¿Cuál es el colmo de un cocinero...

 

 

caerse al suelo y hacerse puré.

 

¿Cuál es el colmo de un cocinero ....

 

 

tener que llamar a la policía porque los fideos se están pegando.

 

¿Cuál es el colmo de un cocinero....

 

 

que su hija le haga pucheros.

 

¿Cuál es el colmo de un chapista...

 

 

tener una mujer que le de la lata.

 

¿Cuál es el colmo de un chino...

 

 

que le entre una china en un ojo.

 

¿Cuál es el colmo de un dentista...

 

 

tener que extraer una muela de afilar.

 

¿Cuál es el colmo de un dentista....

 

 

tener que resolver raíces cuadradas.

 

¿Cuál es el colmo de un dentista....

 

 

estar picado con el vecino.

 

¿Cuál es el colmo de un dentista...

 

 

tener que ponerle dentadura a la boca del metro.

 

¿Cuál es el colmo de un dentista...

 

 

tener que arreglarle los dientes al peine.

 

¿Cuál es el colmo de un despistado...

 

 

ir a un entierro, apagarle las velas al muerto y cantarle el «cumpleaños feliz».

 

¿Cuál es el colmo de un diabético...

 

 

tener un carácter dulce.

 

¿Cuál es el colmo de Drácula...

 

 

ser donante de sangre.

 

¿Cuál es el colmo de un domador de leones...

 

 

ser una fiera.

 

¿Cuál es el colmo de un ecologista...

 

 

no lavarse la cara para no ensuciar el agua.

 

¿Cuál es el colmo de un electricista...

 

 

tener una mujer corriente y conseguir trabajo por enchufe.

 

¿Cuál es el colmo de un electricista...

 

 

tener una camisa llena de lamparones.

 

¿Cuál es el colmo de un electricista...

 

 

cortarle la corriente a un río.

 

¿Cuál es el colmo de un electricista...

 

 

que su mujer se llame Lucía y de a luz una hija con chispa.

 

¿Cuál es el colmo de un elefante...

 

 

tener una trompa de por vida y quedarse con un palmo de narices.

 

¿Cuál es el colmo de un enano...

 

 

tener mal de altura y que le huelan los pies.

 

¿Cuál es el colmo de un enfermero...

 

 

que le estén todo el día pinchando.

 

¿Cuál es el colmo de un equilibrista...

 

 

tener que sostener lo que ha dicho.

 

¿Cuál es el colmo de un escritor...

 

 

que su mujer le ponga sopa de letras para cenar.

 

¿Cuál es el colmo de un ferroviario...

 

 

que se le pinche una rueda.

 

¿Cuál es el colmo de un florista...

 

 

llamarse Ramos de apellido.

 

¿Cuál es el colmo de un fontanero...

 

 

padecer de gota, cataratas en los ojos y liquido en las rodillas.

 

¿Cuál es el colmo de un forzudo...

 

 

tener una voluntad de hierro.

 

¿Cuál es el colmo de un forzudo...

 

 

tener que doblar una esquina.

 

¿Cuál es el colmo de un forzudo....

 

 

tener que romper el silencio.

 

¿Cuál es el colmo de un forzudo...

 

 

apretar una moneda hasta que la cara saque la lengua.

 

¿Cuál es el colmo de un fotógrafo...

 

 

que se le revelen los hijos.

 

¿Cuál es el colmo de un frutero...

 

 

tener un hijo pera y que le den calabazas.

 

¿Cuál es el colmo de un futbolista...

 

 

tener un hijo pelota y una mujer portera.

 

¿Cuál es el colmo de un futbolista....

 

 

meter un gol y fallarlo en la repetición.

 

¿Cuál es el colmo de un ginecólogo...

 

 

que su mujer le ponga a parir.

 

¿Cuál es el colmo de un granjero...

 

 

tener un hijo gallina y que su mujer sea una vaca.

 

¿Cuál es el colmo de un gusano...

 

 

llevar una vida arrastrada.

 

¿Cuál es el colmo de un hortelano...

 

 

tener un hijo berzotas.

 

¿Cuál es el colmo de un imperdible...

 

 

perderse.

 

¿Cuál es el colmo de un jorobado...

 

 

estudiar derecho.

 

¿Cuál es el colmo de un jardinero...

 

 

que su hija se llame Rosa y el novio la deje plantada.

 

¿Cuál es el colmo de un limpio...

 

 

hacer cigarros con papel higiénico.

 

¿Cuál es el colmo de un lírico...

 

 

tener un «Plácido Domingo».

 

¿Cuál es el colmo de un médico...

 

 

que su esposa se llame Remedios y su hija Dolores.

 

¿Cuál es el colmo de una mesa...

 

 

tener cuatro patas y no poder andar.

 

¿Cuál es el colmo de un microbio...

 

 

tener complejo de superioridad.

 

¿Cuál es el colmo de un mosquito...

 

 

jugar con sus amigos a los tres «mosquiteros».

 

¿Cuál es el colmo de un nadador...

 

 

ahogarse en un mar de lágrimas.

 

¿Cuál es el colmo de un pastelero...

 

 

tener el carácter dulce y el cabello de ángel.

 

¿Cuál es el colmo de un peluquero...

 

 

perder el tren por los pelos.

 

¿Cuál es el colmo de un pianista...

 

 

que su hija se llame Tecla.

 

¿Cuál es el colmo de un profesor de geografía...

 

 

tener un hijo cabo y otro golfo.

 

¿Cuál es el colmo de un revolver...

 

 

tener perrillo en vez de gatillo.

 

¿Cuál es el colmo de un sastre...

 

 

tener un hijo botones y una hija americana.

 

 

¿Cuál es el colmo de un soldador...

 

 

tener un hijo soldado.

 

¿Cuál es el colmo de los colmos? .....

 

 

Que un mudo le diga a un sordo que un ciego lo esta mirando.

 

¿Cuál es el colmo de los colmos?.....

 

 

Estocolmo.

 

¿Cuál es el colmo de la debilidad? ....

 

 

No poder levantar la voz.

 

¿Cuál es el colmo mas pequeño? ....

 

 

El colmillo.

 

¿Cuál es el colmo de la honradez? ....

 

 

Encontrar un trabajo y devolverlo.

 

¿Cuál es el colmo de la mala suerte? ....

 

 

Tirarse en un pajar y clavarse la aguja.




Ejercicios de dicción

Ejercicios de dicción

Para hacerlos correctamente debe darse mayor importancia a la perfecta dicción que a la velocidad.

1.-CANSADAS, CARGADAS, RAPADAS, MARCHABAN LAS CHAVAS; CALLADAS, CALMADAS, BANDADAS DE GATAS LAS RATAS CAZABAN; LAR RANAS CANTABAN, LLAMABAN, SALTABAN, Y AL SALTAR SANABAN DE SU MAL ASTRAL.


2.-EN LA MAÑANA, LA MAMÁ DE ANA ZAVALA VA A LA PLAZA A CAMBIAR CÁSCARAS DE NARANJA POR MANZANAS, BANANAS, PATATAS Y CALABAZAS, PARA LAVARLAS, APLASTARLAS, AMARRARLAS, EMPACARLAS, CARGARLAS Y MANDARLAS AL CANADÁ.


3.-QUE EL BEBÉ CESE DE BEBER LECHE FRENTE A LA TELE, QUE BESE EL PELELE, QUE ME DÉ ESE EJE QUE LE DEJÉ, Y QUE SE ENTERE DE LO QUE PENSÉ.


4.-MIMÍ Y LILÍ QUISIERON VIVIR EN EL MISSISSIPI SIN LÍMITE VIL MILITAR NI CIVIL, SIN MINI BIKINIS NI CÍNICOS HIPPIES, SIN BILIS VISIBLES NI TINTE VIRIL.


5.-EL MUY TUMULTUOSO FRUFRÚ DEL CUCURUCHO DE URUCHURTU, UN GUTURRAL ZULÚ DEL SUR, SUCUMBIÓ ANTE EL MUY USUAL SUSURRO DE LAS BURBUJAS DE PÚRPURA DEL TUL DEL TUTÚ DE LULÚ.


6.-COCO ROMO CONTÓ LOS POTROS Y LOS TOROS DEL SOTO; EL MORO TONTO COGIÓ LOS POTROS, TOMÓ LOS TOROS, Y SÓLO POR SUS LLOROS SE LOS CONDONÓ.


7.-MEMO MEDINA MIMABA MELOSAMENTE AL MININO DE SU MAMÁ MANUELA, MIENTRAS MODESTO, MUCHACHO MORENO, REMONTABA LAS CUMBRES A LOMO DE MULA COMIENDO Y MASCANDO.


8.-MELOSIO MORENO MANDABA MONEDAS, MANOLO MORALES MATABA MOSQUITOS Y AMPARO MENDOZA TOMABA EMPANADAS CON MARI SU HERMANA EN EL MEZQUITAL.


9.-NACIÓ NORMAL LA NENA NINA, ANUNCIÓ NOTORIAMENTE LA NANA EN UN INSTANTE ANGUSTIOSO, AUNQUE NUNCA NECESITARA ENUNCIAR NI PONDERAR ANSIOSAMENTE TAN INTERESANTE NUEVA.


10.-NADIE NOTA NUNCA QUE NO NECESARIAMENTE SE ENTIENDE LA NOCIÓN DE NACIÓN, AUNQUE CONTINAUAMENTE SE TENGA TENDENCIAS A ENDEREZAR ENDEREZAR ENDECHAS NATURALES A LA NACIÓN DE SU NACIMIENTO.


11.-GERMÁN EL MATÓN, YENDO EN SU CAMIÓN CAMINO DE BELÉN, SE LE DIÓ UN CERRÓN SIN TENER BUEN FIN AL PANZÓN DON JUAN, SEGÚN RELACIÓN DE JOAQUÍN KANKÚN.


12.-CON OLOROSAS LOCIONES SE LOGRÓ CALMAR LAS MALDADES LOCAS DE LUCHA Y LUCÍA, QUE LUCÍAN LOS VELOS Y LAS LARGAS COLAS DE LÓBREGAS TELAS LUENGAS Y LUCTUOSAS.


13.-ESE LOLO ES UN LELO, LE DIJO LOLA A DON LALO, PERO DON LALO LE DIJO A LOLA: ¿ES UN LILA, DON LALO, ESE LOLO, EN VEZ DE SER LELO? SÍ. LOLA, ES UN LILA Y NO UN LELO ESE LOLO, LE DIJO DON LALO A LOLA.

 

 

14.-LA PIEL DEL JOVIAL MANUEL, SIEMPRE FIEL A LA LEY LOCAL, LUCE TAL, CUAL LA MIEL DE UN PANAL SINGULAR.



15.-ERRE CON ERRE, CIGARRO; ERRE CON ERRE, BARRIL; RÁPIDAS CORREN Y RUEDAN LAS RÁPIDAS RUEDAS DEL FERROCARRIL.




16.-UN RUÍN RELATO RETORCIDAMENTE REDACTADO REPLICA REBATIENDO ROTUNDAMENTE EL RETORNO RETRÓGRADO DEL REBELDE RAMIRO RAMÍREZ RAMOS, RATIFICANDO LA REFORMA REVOLUCIONARIA DE SU RUTILANTE RUTA REPUBLICANA.




17.-RECIA LA RAJADA RUEDA, RUEDA RUGIENDO RUDAMENTE RAUDA; RAUDA RUEDA RUGIENDO RUDAMENTE LA RAJADA RUEDA: ¡RUEDA RAUDA, RECIA RUEDA, RAUDA RECIAMENTE RUEDA! ¡RUEDA RECIA, RAUDA RUEDA, RUGIENTE, RAJADA RUEDA!




18.-¡SEÑOR, QUÉ CALOR, SIN PAR, RENDIDOR, QUE POR DAR SABOR DE COLOR LOCAL, PROVOCA UN HEDOR DE PURO SUDOR! ¡SEÑOR, QUE CALOR!




19.-NO CESA DE SISAR LA ZONZA ZITA Y SU SOSO CESE SUSSY SUSURRA; SUSSI SUSURRA EL SOSO CESE DE ZITA QUE NO CESA DE SISAR.



20.-SACIANDO SUS ANSIAS SINCERAS DE SUSTOS, SUSANA AZUZABA EN EL SÉSAMO SANTO AL SUCIO ASESINO DEL ZURDO ZOZAYA.




21.-EN UN SANTIAMÉN OS SANTIGUÁSTEIS LOS SEIS. ¿QUIÉNES SOIS LOS SEIS? LOS SEIS SOIS SEIS SAINETEROS SUCIOS QUE OSAIS SACIAR VUESTRA SERVICIA ZAHIRIENDO A QUIENES A SU VEZ NO OSAN ZAHERIROS. ¡ESO ES LO QUE SÓLO SOIS LOS SEIS!




22.-JAMÁS JUNTES A JINETES CON LOS JÓVENES GERMÁNICOS, NI GENERES GERMICIDAS NI CONGELES GELATINAS, NI AJUSTICIES A JURISTAS EN SUS JUNTAS JUDICIALES.




23.-JULIÁN JIMÉNEZ JARDIEL, JOVEN JACOBINO; JAVIER JUÁREZ JUNCO, JARACHO JARANERO; Y JUAN JOSÉ JOVELLANOS, JACTANCIOSO JESUITA, JINETEABAN JOVIALES. JINETEABA JUAN JOSÉ JOVELLANOS JOROBADO JUMENTO, JUNCAL JAMELGO JINETEABA JULIÁN JIMÉNEZ JARDIEL, Y JAFIFA JACA JAVIER JUÁREZ JUNCO JINETEABA.




24.-BONITAS BOBINAS, BABEROS, BOLILLOS, BARATOS BOTINES, VENACIO VENDÍA; BESABA BEBITAS, BALEABA VALIENTES, BOTABA BARQUITOS Y BIEN NAVEGABA.




25.-¡QUE BOBA ES LA BEBA BAIECA QUE BESA A BARTOLO, INVITA A BASILIO Y BAILA BOLEROAS BUSCANDO A SU ABUELO, Y ALABA LAS BRONCAS DEL BUEN BERNABÉ!



26.-EN EL PERAL DE PEDRO APARECIERON POCAS PERAS PORQUE LOS PERROS PUDIERON PESCARLAS A PESAR DE LAS PEDRADAS QUE CON POCA PUNTERÍA LES PROPINABA PACO.



27.-PARA PONER PÁLIDOS LOS PULCROS PÁRPADOS DE PEPITA, PÓNGASE PASTELES PÚTRIDOS EN PÉRFIDOS PAPELES IMPOLUTOS. PÓNGANSE EN IMPOLUTOS PAPELES PÉRFIDOS PASTELES PÚTRIDOS PARA LOS PÁRPADOS PÚLCROS DE PEPITA PALIDECER PERMANENTE Y PROPIAMENTE

 

Historias para conmemorar el Día de la PAZ

Historias para conmemorar el Día de la PAZ

El CUMPLEAÑOS

 

Tomás estaba preparando su cumpleaños y eso que faltaban tres semana. Al día siguiente empezó a repartir las invitaciones. Invitó a mucha gente pero a la hora del recreo todo el mundo pusieron excusas para no ir a su cumpleaños de que se lo dijeran empezó a insultarle por detrás de ellos. Cuando llegó a su casa hizo los deberes y se puso a pensar lo que había hecho, insultar a sus compañeros. Decidió no resolver más problemas con violencia. Llego al colegio y en esas tres semanas no resolvió los problemas con violencia.

Faltaba solo un día para su cumpleaños. Sus amigos se dieron cuenta de su actitud y decidieron hacerle una fiesta sorpresa.

Era sábado, Tomás fue a la casa de su tía ,y se quedó allí ha almorzar. Al rato de almorzar vino su madre a buscarlo. Tomás iba triste porque iba el cumpleaños más aburrido que iba a pasar. Llegó a su casa y escuchó ruidos pero creía que era su gato. Fué al salón y vio a todos sus amigos cantándole cumpleaños feliz. Se puso muy contento. Tenía muchos regalos, pero lo que le importaba era tener a todos sus amigos allí en su casa. Fue su mejor cumpleaños. Desde ese día se dio cuenta de que la violencia no sirve para nada.

Anabel

 

 

 

EL NIÑO

Había una vez un niño que se portaba muy mal con sus compañeros de clase y decía muchas palabrotas ,y entonces sus compañeros le cogieron manía y empezaron sus compañeros a meterse con el le decían :Gordo, feo...

Es que tenían razón sus compañeros al no hablarle porque a un compañero le dejo un ojo, morado sin que el compañero le hiciera nada. Y a otro compañero le partió el labio.

Y es que el niño era muy arisco . La madre fue a hablar con el profesor y la madre decía que si su hijo había dejado el ojo morado a un compañero sus razones tendrá. Al niño el maestro lo castigo y lo puso al lado suya . Pero el niño seguía igual . Un día pusieron a un compañero al lado suya y a una compañera le iba a devolver el lápiz a al compañero y sin querer le dio en la cabeza porque estaba en medio de los dote pego a el compañero que le pusieron al lado. Bueno lo de pegar, insultar y pegar puñetazo era raro el día que no lo hacia . Los compañeros desde miqueletes el puñetazo al niño y le dejo el ojo morado decidieron no hablarle mas . Hubo una temporada que parecía que iba a cambiar pero volvió a pegar a otro niño . A ese niño le partió el labio y lo golpeo contra la pared unas pocas de veces . Ese niño nunca va a cambiar va de mal en peor . Espero que se porte mejor y no pelee tanto porque si no, no va a tener amigos nunca en la vida . Espero que cambie a nosotros no nos daño se lo esta haciendo es él .

Ainhoa

La paz

Jugábamos en un parque varias niñas. El día estaba soleado y nos sentamos en un banco a contar historias de guerras. Yo miré hacia mi derecha y había una niña, que estaba triste y sola. Yo veía que le insultaban y le pegaban. Me levanté y me dirigí hacia el banco donde estaba ella y le pregunté:

_¿ Por qué lloras?

Ella me respondió:

_Toda la gente que me ve me insulta y me pega y nadie quiere jugar conmigo.

Yo le dije:

_¿ Por qué no nos vamos a dar una vuelta y hablamos para conocernos mejor?

_Vale- me respondió ella.

Íbamos andando y la gente la miraba y le empezaban a insultar pero yo le decía:

_No los mires y un día te hablarán y jugarán contigo cuando se den cuenta de que eres una persona como muchas de nosotros.

Pasaron varios días y yo la llamé por teléfono y le dije:

_¿Quieres venir al parque ?

Ella me dijo:

_Vale, te esperaré en unos de los bancos del parque.

Llegué y allí estaba ella. Nos fuimos a dar una vuelta, y nadie le insulta y se dieron cuenta de que ella era una persona como todas. Y ella ya no se sentía sola.

FIN

Alicia

La paz

El otro día estábamos jugando unos pocos niños al pillar cuando nos dimos cuenta de que un niño estaba solo, entonces yo le pregunte:

-Oye chico¿qué te pasa?

-Nada- Contesto

- Entonces, ¿por qué estás solo?

-Porque mis amigos no quieren jugar conmigo-Contesto

-Pues entonces ven a jugar con nosotros-Dije

-Vale-Respondió

Fui y se lo dije a mis compañeros pero uno se opuso y entonces yo intervine:

-Juan,¿por qué no quieres que juegue este chico?-Pregunté

-Porque no me gusta que juegén niños de otras clases-contestó

-Pero Juan-dije

-No pasa nada yo ya me voy-dijo el chico-Siempre soy un estorbo.

En ese momento aparecieron unos matones, entonces le Dijo un amigo:

-¿Que queréis ?-Pregunto

-¿Y a ti que te importa?-Contesto

Y empezaron a pelear los tres matones contra cuatro amigos míos. Y mientras peleaban llegó la maestra y los detuvo:

-Oíd niños,¿qué hacéis ?-Pregunto

-Nada señó, solo que ellos vinieron buscando pelea-Contesto

-Niños la violencia no sirve de nada-Dijo ella-Solo trae problemas, en mi clase de sexto tuvieron que expulsar a mucha gente por lo menos a cinco niños, así que este año no quiero peleas entendido

-¡Siii!-Contestamos

Y entonces nos dimos la mano y seguimos jugando todos juntos. Así acabó mi historia.

Ana

 

 

 

DOS HERMANOS TRAVIESOS

Erase una vez conejin y conejito pues eran dos hermanos de siete y ocho año y medio más o menos, la gente que les conocía siempre preguntaban si eran mellizos , esto quiere decir , si habían nacidos con muy pocas horas de diferencias entre uno y otro. físicamente se parecían muchos ,las caras no eran iguales , pero los dos eran lindos chicos. ,Uno tenia el cabello un poco mas rubio. A los dos le gustaban tener un el pelo largo porque esto no le quedaba mal. En un periodo estos chicos vivían peleando todo el día , cualquier cosa era motivo de des ntedimiento entre los dos ,. Se llevaban como perro y gatos , pero como esos perro y gatos que se pelean todas las de veces que se cruzan en el mismo camino . Sus padres , que siempre les brindaban todo su cariño y trataban de comprarles en todas lo que ellos le pedían , estaban preocupados y no sabían como explicarles ya que entre hermanos debían haber unión, paz y compresión . En la casa reinaba la paz y la felicidad y la causa a veces de malestar nacía precisamente de la desobediencia de conejin y conejito a lo que la madre y el padres les decían . Siempre uno había uno que a buscar la guerra. Le quitaba un juguete al otro , le tiraba un puntapié a la pasada , y así terminaban a las trompadas y tirones de pelo entre los dos con un montón de malas pasadas que por ser tan malas , no la puedo escribir, pues el bolígrafo de mi lapicero se queda trabado si pretendo hacerlo .Por ello pueden imaginar que palabra dirían estos niños . La madre siempre les decía que a Dios no le gustaban esas cosas

Mari Carmen P

JULIA Y MARINA

Erase una vez dos niñas que estaban en la misma clase, una niña, Julia, era muy simpática y la otra niña, Marina, era muy egoísta y raía. Ellas pensaban que no podían estar juntas porque se llevaban muy mal.

Un día sus amigas le dijeron que no podían seguir llevándose mal, pero ellas no querían comprender. Pasaban días meses y ellas no se perdonaban, ellas jugaban con sus amigas por lo tanto tenían que jugar juntas hasta que un día decidieron ni mirarse a la cara porque así no se pelearían más.

Una mañana Marina le puso una zancadilla a Julia y la dejo caer. Entonces fue cuando Julia no quería ni ver a Marina. Sus amigas se lo dijeron a su profesor y el profesor dijo que haría lo que pudiese. El profesor las puso en un trabajo juntas pero no se perdonaron.

El profesor decidió llamar a sus madres. La madre de Julia estuvo hablando con su hija y Julia le dijo que para estar siempre peleando no le hablaba, en cambio la madre de Marina no le dijo nada entonces el profesor comprendió que Marina era tan antipática porque su madre no le daba bastante amor.

El profesor hablo con la madre de Marina y la madre comprendió que le debía dar mas amor a su hija Marina poco a poco fue siendo mas simpática y Julia y Marina llegaron a ser muy amigas.

Marta

CUENTO DE LA PAZ

Juan y Pablo siempre se están peleando y no se hablan .Van por la calle y se encuentran, ,se separan. En la clase están juntos en la misma mesa, y cuando están jugando ellos dos a un juego de ingles, no se miran ni se hablan.

Un día Pablo le mando una carta:

“Hola Juan:

Ya se que estamos peleados y no jugamos nunca juntos. Cuando vamos a una fiesta nos ponemos en una punta cada uno y tenemos que jugar con los otros ¿me perdonas Juan?

Hasta pronto:

Pablo”

Se encontraron por la calle y se perdonaron. Al día siguiente estaban jugando juntos y se lo pasaron muy bien.

-Gracias por perdonarme-dijo Pablo

-Lo mismo digo Pablo -dijo Juan.

Rafael

LA PAZ ES ALGO BONITO


Érase una vez dos hermanos llamados Ana y Carlos, ellos iban todas las tardes al mercado de la plaza del pueblo y siempre que compraban algo de comida pasaban por la tienda de los juguetes. Entonces siempre se le antojaba algo a Ana y a Carlos y su madre normalmente le tenía que comprar algo, a Ana le compró una muñeca y a Carlos un coche teledirigido. .

Al llegar a casa Ana y Carlos se pelearon porque decían que la muñeca era de Ana y el coche de Carlos. Por la noche cuándo fueron a acostarse se dijeron el uno al otro, malas noches. Carlos se hizo el dormido y a las 3:00 de la madrugada hizo la maleta y se marchó de casa sin que nadie se diera cuenta. Se fue a una casa dónde se acogían todos los gitanos. Esa misma noche conocío a todos los gitanos que se encontraban allí. Y día por día Carlos se iba dando cuenta que los gitanos compartían lo poco que tenían hasta que pensó;¿por qué nos hemos peleado mi hermana y yo cuando hay gente que con una sola cosa y se la prestan entre siete? y que se conforman con eso. ¡Es una tontería por lo que nos hemos enfadado! gritó Carlos.

Despidió a todos los gitanos y se fue de nuevo a su casa a hacer las paces con Ana.

desde entonces se portaban muy bien el uno con el otro.:Jugaban los dos juntos ,ya nunca se enfadaron, Hacían los deberes juntos, Se lo prestaban todo,ect...De esta forma Ana se dió cuenta de que el compartir es algo bonito y que te enseña todo lo mas bueno de la vida.

Reyes


TÚ O ELLOS

Había una vez un niño que si le decía algo feo se metían en pelea en vez de decírselo a un profesor``siempre metía palito en candela.´´Mi memoria me dice que empezó todo cuando estaba en 3º de primaria. La madre del niño fue a ver al profesor. La culpa la tenía el niño que se peleó con otro niño. Pero la madre no se lo creía seguía diciendo que su hijo no había hecho nada. El profesor se fue a su clase enfadado y refunfuñando. Siguió hasta 4º de primaria. Ahí las peleas fueron a mayores consecuencias.

Ya en 5º de primaria con otro profesor fue a peor. Ese niño se metía con la gente de sexto.

Pero lo de sexto eran mayores y tenían mas fuerza. Este niño el protagonista de esta historia casi siempre perdía. Entre 5º y 6º todo o casi todo el mundo estaba enfadado con el, porque o le había empujado ,o pegado, o se había metido con los profesores. Esto ocurría casi todo los días. Yo espero que esto termine bien esta historia.



FIN


Ricardo


 

 

 

La Viga

La Viga

Reproducimos más abajo un expediente administrativo rescatado de los archivos del ayuntamiento de Ohanes, una villa de un puñado de habitantes situada en la Alpujarra, entre Granada y Almería. Está fechado en 1734 y años subsiguientes. Comprende las misivas entre el maestro del pueblo y el alcalde acerca de un problema arquitectónico referido a la escuela...

Señor Alcalde de Ohanes de las Alpujarras:

Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pues está partida por medio, por lo cual el terrado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciendome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin, señor alcalde, espero de su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desgracia con los niños y con su maestro, éste su muy seguro servidor.

Señor maestro de primeras letras de la localidad de Ohanes

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Señor maestro de primeras letras de la localidad de Ohanes de las Alpujarras:
Recibido con gran extrañeza el oficio que ha tenido a bien dirigirme y apresuro a contestar. Es cosa rara que los agentes de mi autoridad no me hayan dado cuenta de nada referente a la viga, y es más, pongo en duda que se encuentre en esas condiciones, puesto que según me informa el tío Sarmiento no hará sesenta años que se puso, y no creo que una vez dadas esas explicaciones, que no tenía por qué, paso a decirle que eso no son más que excusas y pretextos para no dar golpe.

En cuanto a lo de los papeles que se le mojan y el reuma que se le avecina, puede muy bien guardárselos a aquellos en el cajón o en casa y ésta yendo a la escuela con una manta. No obstante lo que antecede, enviaré uno de estos días a alguno de mis subordinados que mire lo que hay de esto. Y ojo que si engañó le costaría estar otros seis años sin cobrar los quinientos reales de su sueldo.

Dios guarde a V. muchos años. Ohanes, 28 de noviembre de 1734.
El alcalde Bartolomé Zancajo.

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Sr. alcalde de Ohanes de las Alpujarras. Reino de Granada:
Tengo el honor de acusar recibo de su atento oficio de ayer, donde tiene a bien de poner en duda el estado de la viga. Desde mi oficio anterior, Sr alcalde, hace unos ocho meses, pasaron las lluvias del invierno, y yo siempre mirando la viga con la inquietud consiguiente. ¿Caerá o no caerá? Y así un día y otro, como si en vez de una viga fuera una margarita. Si V. no cree lo que le estoy diciendo, puede mandar dos personas peritas, o venir V. mismo dando un paseito, si no le cuesta mucha molestia, que yo no le engaño, más que darle una idea del estado de mi clase, me permito acompañarle un dibujo, tomado del natural, que le dará una estampa real de ella. Y de lo del sueldo, no creo que se atreva V. a tocar mis quinientos reales, porque ya sabe V. lo que dice el refrán: "Al cajón ni...", en fin Sr. Alcalde, Dios le guarde muchos años los efectos de la viga.

Ohanes de la Alpujarra a 29 de noviembre de 1734.
El maestro Menón Garrido.

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Señor maestro de primeras letras de la villa de Ohanes de las Alpujarras:
Acuso recibo a su oficio de 29 de noviembre del pasado año, me parece excesiva tanta machonería en el asunto de la viga. Sepa el señor maestro, que si no le conviene la escuela puede pillar el camino e irse a otro sitio, que aquí, para lo que enseña, falta no hace.

¿Qué importan a estas gentes ni a nadie dónde está Marte ni las vueltas que da la luna, ni que cuatro por seis son veintisiete, en que Miguel de Cervantes descubrió las Américas? Para coger un mancaye basta y sobra con tener fuerzas para ello. No obstante, como soy amante de la cultura y no quiero que digan que he hablao al maestro y no le trato como se debe, nombraré una comisión que informe sobre el asunto de la viga y si resulta que usted me ha engañado sa caido.

Dios guarde a V. muchos años. Ohanes de la Alpujarra a 15 de Octubre de 1735.
El Alcalde Bartolomé Zancajo.

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Informe:
Antonio Fuentes Barranco y Juan González García, maestros albañiles graduados de la villa de Ohanes de las Alpujarras, informan que; Personados en el sitio denominado u llamado, dicho sea con perdón, la escuela de este lugar, a las 12 de la mañana del día 15 de mayo del 1736 acompañados por el señor escribano de este Ayuntamiento, y mandados por el señor alcalde, opinamos, pensamos y creemos que la viga que ocupa el centro de la clase, aula o sala, que por estos tres nombres se le denomina o circunscribe, que la dicha viga no se ha movido, sólo se ha bajado cosa de diez o doce deos, amenazando sólo caer, pero nunca juntarse con el suelo aplastando a los que coja dentro.

Pero como quiera que la madera es un cuerpo astilloso, tiene que crujir antes de pegar el golpetazo, dando tiempo a que se salven por lo menos siete u ocho. Por lo cual firmamos y no sellamos por no tener sello.

En Ohanes a la fecha arriba indicada.
Antonio Fuentes
Juan Gonzalez.

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Don Celedonio González García de García González, escribano de la villa de Ohanes de las Alpujarras, partido de Ugíjar, reino de Granada.

Digo, declaro y doy fe, de cuanto en esta información del maestro de primeras letras de esta localidad, sobre una viga que dice el primero al Sr. Alcalde, o sea el segundo, está partida en el techo de su clase. Mi información imparcial, desapasionada y verídica, como corresponde a mi profesión es el siguiente. Si la viga cae y amenaza peligro, puede ocurrir:

1.. Que mate al maestro, en cuyo caso esta corporación se ahorrará los quinientos reales que le paga.
2.. Que matase a los niños y no al maestro, en cuyo caso sobraba el maestro.
3.. Que matase a los niños y al maestro, en cuyo caso sobraba ocurriendo en este caso, como se suele decir que mataban dos pájaros de un tiro.
4.. Que no matase a nadie, en cuyo supuesto no hay por que alargarse.
Examinados en derecho las causas y efectos que anteceden emito informe, honrado y leal, cumpliendo con ello un deber de conciencia.

En Ohanes de las Alpujarras a 15 de mayo de 1736.
Celedonio González García.

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Yo, don Joseph Sancho Mengibar, cronista oficial de la villa de Ohanes de las Alpujarras, declaro por mi honor ser ciertos los hechos que a continuación describo para que de ellos quede constancia en el Histórico Archivo de esta villa, lamentando que la índole de los mismos ponga un trágico hito en los bucólicos anales de este pueblo.

El día 14 de ocutubre del año de Nuestro Señor Jesucristo, mil setecientos cuarenta, siendo alcalde de esta villa Don Bartolomé Zancajo y González Zancajo, y siendo las doce de la mañana, se hundió el techo del salón de la escuela de esta localidad, pereciendo en el siniestro el señor maestro de primeras letras Don Menón Garrido Martín y los catorce niños que en aquellos momentos daban su clase.

Después de laboriosos trabajos fueron extraídos de los escombros los cadáveres de las víctimas y trasladados al depósito del Cementerio Municipal, acompañados del pueblo en masa...

Ohanes de las Alpujarras a 15 de Diciembre de 1740.

Cuéntame un chiste.

Cuéntame un chiste.

JAIMITO Y LA SEÑORITA



NARRADOR:Una mañana en clase la señorita se fue un momento al servicio

SEÑORITA:Voy un momento al servicio esperadme en silencio.

NARRADOR:Todos los alumnos hicieron caso menos Jaimito y tres de sus amigos que siguieron a la señorita hasta el servicio sin que ella se diera cuenta. Estando allí los descubrió y en clase les riñó

SEÑORITA:A ver Pedrito,¿qué me has visto?

PEDRITO:Yo el pié señorita.

SEÑORITA: Pues un día castigado sin venir al cole, ¿y tú Juanito, qué me has visto?

JUANITO:Yo la rodilla señorita

SEÑORITA:Pues 1 semana de castigo sin venir, ¿y tú Pepito?

PEPITO:Yo la entre pierna señorita

SEÑORITA:Pués un mes sin venir, ¿y tú Jaimito , qué me has visto?

JAIMITO:Adiós hasta el año que viene.



JESÚS 





EL JOROBADO



NARRADOR:Esto era un jorobado que iba por Sevilla y se encuentra a un hombre.

JOROBADO:Voy derecho al Corte Inglés.

HOMBRE:Tu no vas derecho ni de aquí a la esquina.



ISABEL





LOS COCHES



NARRADOR:Un día soleado llegaron a una gasolinera un mercedes todoterreno y un seat estropeado y muy antiguo. Entonces empezaron a discutir los dos.

MERCEDES:Pues tú no sabes que el mío corre mucho más que el tuyo.

SEAT: No, ¡Estás muy equivocado!

NARRADOR: Entonces salieron los dos de la gasolinera y fueron por el mismo carril.

MERCEDES: ¡Ja,ja! mira cómo te quedas detrás.

SEAT: ¡Ji,ji! ahora te adelanto yo.

NARRADOR:Así sucesivamente hasta que dijeron:

MERCEDES: Pues el mío tiene más caballos que el tuyo.

SEAT: Ah, que interesante pues el mío tiene más motor.

NARRADOR: Iban los dos por un puente y el mercedes cayó al río y dijo el seat:

SEAT: ¡Oye! ¿qué?, ¿le estas dando de beber a los caballos?



REYES





INGLISH PICHI

 

NARRADOR : Un profesor de ingles le pregunta a un alumno .

PROFESOR : Manolito ¿cómo se dice uno en ingles ?

Manolito : No me acuerdo maestro.

PROFESOR : Venga hombre, si lo dimos ayer.

Manolito : Que no me acuerdo maestro.

PROFESOR : wan se dice wan

Manolito : ¡ Anda como mi cuñado ¡

PROFESOR : ¿Qué cuñado? Yo conozco a toda tu familia y no hay ningún Juan.

Manolito : El marido de mi hermana Pili .

PROFESOR : ¡Ah como mi televisor!



RICARDO 





NOVIOS



NARRADOR : Van dos novios por la feria .

NOVIA : Mariano, ¿ nos subimos a la noria ?

NOVIO : Mejor vamos a ver a tu madre, que marea lo mismo y es gratis.



AINHOA





EL BORRACHO Y SU MUJER



Narrador: Llega el borracho a su casa y llama a la puerta para que la mujer le abra.

Borracho: ¡María, abre la puerta!

María: No te abro, que siempre vienes borracho.

Borracho: Venga Maria, que traigo un ramo de flores para la mujer más bonita del mundo.

Narrador: María abre la puerta y dice:

Maria: ¿Y dónde está el ramo de flores para la mujer más bonita del mundo?

Borracho: ¿Y dónde está la mujer más bonita del mundo?



JOSÉ MARIA





EL LORO PARLACHÍN



Narrador: Va un muchacho por la calle y pasa por delante de la pajarería, ve a un loro y le dice:

Loro: ¡ Carapapa cómprame! ¡ Carapapa cómprame!

Muchacho: ¡Venga! vale te compro.

Narrador: Van para su casa y le dice el loro:

Loro: Carapapa ¿cuándo vamos a llegar?

Muchacho: Ya mismo.

Narrador: Ya han llegado a su casa y le dice el loro:

Loro: ¡Qué fea es tu casa! ¿No?

Narrador: El muchacho estaba ya cansado del loro y lo metió en una caja y le dio un par de vueltas y el loro cuando salió le dijo:

Loro: Carapapa donde te ha pillado el terremoto.



ALICIA



 

EL NIÑO Y LA MADRE



El niño: ¡Mamá, mamá! me dicen cabezón.

La madre: ¿Por qué hijo?

El niño: Porque se meten por las calles estrechas y no entro.



MERCEDES





MARIA Y SUS ALUMNOS



Narrador: Erase una vez una señorita llamada María que estaba en clase.

Señorita: Ya no quiero oír ni una mosca.

Unos de los alumnos: Pues echa fly.



ROCÍO





LA LÁMPARA MÁGICA Y EL HOMBRE



Narrador: Erase una una vez un hombre que iba por el desierto, vio una cosa que brillaba, la cogió y era la lámpara mágica, la frotó, y salió un humo negro que era un genio que dijo:

Genio: Pídeme un deseo y te lo conceder.

Hombre: Quiero que me hagas rico.

Narrador: Lo hizo tan rico, tan rico, tan rico... que se lo comió.



DANIEL





El NIÑO QUE SE TRAGO 500 EUROS



NARRADOR: Había una vez un niño que se trago un billete de 500 euros .

PADRES: ¿Cómo sigue el niño?

MEDICO: Sigue sin cambio.

 

CELIA





DE COCODRILOS



Narrador: Había una vez un padre cocodrilo preguntándoles a sus hijos que querían ser de mayor, el mas pequeño interrumpió diciendo

Cocodrilo pequeño:-Papa, ¿cuando tendré mucho dinero?

Cocodrilo padre:- Cuando seas billetera hijo.



ANABEL





DE CARACOL



Narrador: Esto era un caracol que llega a una casa y llama.

Dueño:-¿Qué quieres?

Caracol:-¿Me das algo?

Dueño: Una patada.

Narrador: A los seis meses vuelve el caracol y llama.

Caracol:-¿por qué me das una patada?



RAFA



LA FAMILIA POBRE



Narrador: Era una familia muy pobre muy pobre y un día le llevaron pan y aceite.

Padre: Echaré aceite al pan diciendo pon

Narrador: La madre repartió el pan y el aceite

Padre: (A la madre) ¡pon! (Al hijo) ¡pon! (A la hija) ¡pon! (Al padre) ¡pon, pon poro pon!



EDUARDO





UN CIEGO EN LA COCINA



Narrador: Erase una vez un ciego que entró en la cocina y encontró un raspador y dijo:

Ciego: ¿Quién habrá escrito estas tonterías?



MARTA 



¡Cuéntame un cuento!

¡Cuéntame un cuento!

Una actividad muy enrequecedora es la de volver a sentirnos niños de infantil, cuando nuestros padres nos cogían en su regazo y nos contaban cuentos, fueron nuestros primeros contactos con la literatura.

Si no recuerdas muy bien los detalles del cuento no te debe importar porque lo importante es el acto de contarlo. Puedes inventarte los pasajes que no recuerdes bien. No existen dos personas que cuenten el mismo cuento exactamente igual.

Primero vamos a pedirle a nuestro padre, madre, abuelos o tíos que nos cuenten un cuento. Volverás a disfrutar solo con que esa persona tan importante para ti, te esté dedicando ese periodo de tiempo en exclusiva. Te sentirás importante y querido. No creas que es una vergüenza o que te van a tildar de "niño chico", seguro que disfrutarás del momento.

La segunda parte consiste en que tú se lo cuentes a tus compañeros de clase.

No importa que el cuento ya lo haya contado otro compañero, el tuyo seguro que será diferente.

Colocar la clase lo más acogedora posible, con una iluminación tenue , en silencio y la atención de los compañeros, las mesas han de estar completamente vacías, los ordenadores cerrados.

Trata de interpretar el cuento como si estuvieras viviendo cada una de las palabras de las cosas que le pasan a los personajes. Dale tiempo a la historia, haz pausas que despierten el interés. Puedes ayudarte de diferentes tonos de voz, mueve las manos y el cuerpo. Realiza gestos expresivos con la cara y los ojos. También puedes ayudarte de libro con ilustraciones que les sirva para seguir la historia más fácilmente. trata de tansmitir emoción, entusiasmo, alegría...

Es muy importante que tus compañeros no te interrumpan con "eso no es así" porque te desconcentrarán en tu relato e interrumpen la concentración del resto de compañeros. Ya hemos dicho que los cuentos son personales y cada uno los puede contar cómo crea más conveniente o se le han contado a él.

 

Teatro. La zapatera prodigiosa. Acto 2º

Teatro. La zapatera prodigiosa. Acto 2º

Recuerda que para realizar una lectura de la obra de teatro debéis determinar primero el papel de qué personaje va a leer cada uno. Necesitas los siguientes lectores:
NIÑO, ZAPATERA, ZAPATERO, ALCALDE, MIRLO, MOZO Y LAS VECINAS ROJA, NARANJA, AMARILLA MORADA Y VERDE @@@ Manolo Segura @@@



ACTO SEGUNDO

La misma decoración. A la izquierda, el banquillo arrumbado. A la derecha, un mostrador con botellas y un lebrillo con agua donde la Zapatera friega las copas. La Zapatera está detrás del mostrador. Viste un traje rojo encendido, con amplias faldas y los brazos al aire. En la escena, dos mesas. En una de ellas está sentado don Mirlo, que toma un refresco y en la otra el Mozo del Sombrero en la cara.

ESCENA PRIMERA

La Zapatera friega con gran ardor vasos y copas que va colocando en el mostrador. Aparece en la puerta el Mozo de la Faja y el Sombrero plano del primer acto. Está triste. Lleva los brazos caídos y mira de manera tierna a la Zapatera. Al actor que exagere lo más mínimo en este tipo, debe el Director de escena darle un bastonazo en la cabeza. Nadie debe exagerar. La farsa exige siempre naturalidad. El Autor ya se ha encargado de dibujar el tipo y el sastre de vestirlo. Sencillez. El Mozo se detiene en la puerta. Don Mirlo y el otro Mozo vuelven la cabeza y lo miran. Ésta es casi una escena de cine. Las miradas y expresión del conjunto dan su expresión. La Zapatera deja de fregar y mira al Mozo fijamente. Silencio.

ZAPATERA. Pase usted.
MOZO DE LA FAJA. Si usted lo quiere...@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Asombrada.) ¿Yo? Me trae absolutamente sin cuidado, pero como te veo en la puerta...
MOZO DE LA FAJA. Lo que usted quiera. (Se apoya en el mostrador.) (Entre dientes.) Éste es otro al que voy a tener que...
ZAPATERA. ¿Qué va a tomar?
MOZO DE LA FAJA. Seguiré sus indicaciones.
ZAPATERA. Pues la puerta.
MOZO DE LA FAJA. ¡Ay, Dios mío, cómo cambian los tiempos!
ZAPATERA. No crea que me voy a echar a llorar. Vamos. Va usted a tomar copa, café, refresco, ¿diga?
MOZO DE LA FAJA. Refresco.
ZAPATERA. No me mire tanto que se me va a derramar el jarabe.
MOZO DE LA FAJA. Es que yo me estoy muriendo. ¡Ay! (Por la ventana pasan dos Majas con inmensos abanicos. Miran, se santiguan escandalizadas, se tapan los ojos con los pericones y a pasos menuditos cruzan.)
ZAPATERA. El refresco.
MOZO DE LA FAJA. (Mirándola.) ¡Ay!
MOZO DEL SOMBRERO. (Mirando al suelo.) ¡Ay!
MIRLO. (Mirando al techo.) ¡Ay! (La Zapatera dirige la cabeza hacia los tres ayes.)
ZAPATERA. ¡Requeteay! Pero esto ¿es una taberna o un hospital? ¡Abusivos! Si no fuera porque tengo que ganarme la vida con estos vinillos y este trapicheo, porque estoy sola desde que se fue por culpa de todos vosotros mi pobrecito marido de mi alma, ¿cómo es posible que yo aguantara esto? ¿Qué me dicen ustedes? Los voy a tener que plantar en lo ancho de la calle.
MIRLO. Muy bien, muy bien dicho.
MOZO DEL SOMBRERO. Has puesto taberna y podemos estar aquí dentro todo el tiempo que queramos.
ZAPATERA. (Fiera.) ¿Cómo? ¿Cómo? (El Mozo de la Faja inicia el mutis y don Mirlo se levanta sonriente y haciendo como que está en el secreto y que volverá.)
MOZO DEL SOMBRERO. Lo que he dicho.
ZAPATERA. Pues si dices tú, más digo yo y puedes enterarte, y todos los del pueblo, que hace cuatro meses que se fue mi marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer casada debe estarse en su sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo oyes? ¡De nadie!@@@ Manolo Segura @@@

( Salen todos quedando sola la Zapaterita sentada, desesperada y casi llorando )

ESCENA II

Zapatera y Niño.

Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.

NIÑO. ¿Quién soy yo?
ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)
ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO. Si tú me la quieres dar...
ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu casa.
ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres interesadillo...
NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que tengo en la rodilla?
ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja y toma al Niño en brazos.)
NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque estaba cantando... las coplas que te han sacado y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró una piedra que, ¡plaff!, mira.
ZAPATERA. ¿Te duele mucho?
NIÑO. Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que dicen.
NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero que no quiero decir.
ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la lengua como un ascua. (Ríen.)
NIÑO. Pero, ¿por qué te echarán a ti la culpa de que tu marido se haya marchado?
ZAPATERA. Ellos, ellos son los que la tienen y los que me hacen desgraciada.
NIÑO. (Triste.) No digas, Zapaterita.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. Yo me miraba en sus ojos. Cuando le veía venir montado en su jaca blanca...
NIÑO. (Interrumpiéndole.) ¡Ja, ja, ja! Me estás engañando. El señor Zapatero no tenía jaca.
ZAPATERA. Niño, sé más respetuoso. Tenía jaca, claro que la tuvo, pero es... es que tú no habías nacido.
NIÑO. (Pasándole la mano por la cara.) ¡Ah! ¡Eso sería! Chisss, silencio. ¡Las coplas!
ZAPATERA. ¿Qué coplas? (Pausa. Los dos escuchan.)(Se escuchan a lo lejos los ecos de la melodía) ¿Tú sabes lo que dicen?
NIÑO. (Con la mano.) Medio, medio.
ZAPATERA. Pues cántalas, que quiero enterarme.
NIÑO. ¿Para qué?
ZAPATERA. Para que yo sepa de una vez lo que dicen.
NIÑO. (Cantando y siguiendo el compás.) Verás:

La señora Zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA. ¡Me la pagarán!
NIÑO. (El Niño lleva el compás con la mano en la mesa.)
Quién te compra, Zapatera,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
¡Zapatera, Zapatera,
Zapatera, te has lucido!
(Las voces se van distinguiendo cerca
y claras con su acompañamiento de
panderos. La Zapatera coge un mantoncillo
de Manila y se lo echa sobre los hombros.)
¿Dónde vas? (Asustado.)
ZAPATERA. ¡Van a dar lugar a que compre un revólver! (El canto se aleja. La Zapatera corre a la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que viene majestuoso, dando golpes con la vara en el suelo.)
ALCALDE. ¿Quién despacha?
ZAPATERA. ¡El demonio!
ALCALDE. Pero, ¿qué ocurre?@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. Lo que usted debía saber hace muchos días, lo que usted como alcalde no debía permitir. La gente me canta coplas, los vecinos se ríen en sus puertas y como no tengo marido que vele por mí, salgo yo a defenderme, ya que en este pueblo las autoridades son calabacines, ceros a la izquierda.
NIÑO. Muy bien dicho.
ALCALDE. (Enérgico.) Niño, niño, basta de voces... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora? Pues meter en la cárcel a dos o tres de los que venían cantando.
ZAPATERA. ¡Quisiera yo ver eso!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. ¡Mi madre me llama! (Corre a la ventana.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo traer el espadón grande de mi abuelo, el que se fue a la guerra. Yo no puedo con él, ¿sabes?, pero tú, sí.
ZAPATERA. (Sonriendo.) ¡Lo que quieras!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. (Ya en la calle.) ¿Quéeee?

ESCENA III

Zapatera y Alcálde.

ALCALDE. Por lo que veo, este niño sabio y retorcido es la única persona a quien tratas bien en el pueblo.
ZAPATERA. No pueden ustedes hablar una sola palabra sin ofender... ¿De qué se ríe su ilustrísima?
ALCALDE. ¡De verte tan hermosa y desperdiciada!
ZAPATERA. ¡Antes un perro! (Le sirve un vaso de vino.)
ALCALDE. ¡Qué desengaño de mundo! Muchas mujeres he conocido como amapolas, como rosas, mujeres morenas con los ojos como tinta de fuego, mujeres que les huele el pelo a nardos, mujeres cuyo talle se puede abarcar con estos dos dedos, pero como tú, como tú no hay nadie, zapaterita.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Estallando furiosa.) Calle usted, viejísimo, calle usted; con hijas mozuelas y lleno de familia no se debe cortejar de esta manera tan indecente y tan descarada.
ALCALDE. Soy viudo.
ZAPATERA. Y yo casada.
ALCALDE. Pero tu marido te ha dejado y no volverá, estoy seguro.
ZAPATERA. Yo viviré como si lo tuviera.
ALCALDE. Pues a mí me consta, porque me lo dijo, que no te quería ni tanto así.
ZAPATERA. Pues a mí me consta que sus cuatro señoras, mal rayo las parta, le aborrecían a muerte.
ALCALDE. (Dando en el suelo con la vara.) ¡Ya estamos!
ZAPATERA. (Tirando un vaso.) ¡Ya estamos! (Pausa.)
ALCALDE. (Entre dientes.) Si yo te cogiera por mi cuenta, ¡vaya si te domaba!
ZAPATERA. (Guasona.) ¿Qué está usted diciendo?
ALCALDE. Nada, pensaba... que si tú fueras como debías ser, te hubiera enterado que tengo voluntad y valentía para hacer escritura, delante del notario, de una casa muy hermosa.
ZAPATERA. ¿Y qué?
ALCALDE. (Tenoriesco.) Que la casa tiene una cama con coronación de pájaros y azucenas de cobre, un jardín con seis palmeras …
ZAPATERA. (Guasona.) Yo no estoy acostumbrada a esos lujos. Siéntese usted en el estrado, métase usted en la cama, mírese usted en los espejos y póngase con la boca abierta debajo de las palmeras esperando que le caigan los dátiles, que yo de zapatera no me muevo.
ALCALDE. Ni yo de alcalde. Pero ¿ tú te crees que se puede vivir toda la vida en la soltería?
ZAPATERA. Y que no me gusta usted ni me gusta nadie del pueblo. ¡Que está usted muy viejo!
ALCALDE. (Indignado.) Acabaré metiéndote en la cárcel.
ZAPATERA. ¡Atrévase usted! (Fuera se oye un toque de trompeta floreado y comiquísimo.)
ALCALDE. ¿Qué será eso?
ZAPATERA. (Alegre y ojiabierta.) ¡Títeres! (Se golpea las rodillas. Por la ventana cruzan dos Mujeres.)
VECINA ROJA. ¡Títeres!
VECINA MORADA. ¡Títeres!
NIÑO. ¡Vienen a tu casa!
ZAPATERA. ¿Sí? (Se acerca a la puerta.)
NIÑO. ¡Míralos!

ESCENA IV@@@ Manolo Segura @@@

Por la puerta aparece el Zapatero disfrazado. Trae una trompeta y un cartelón enrollado a la espalda, lo rodea la gente. La Zapatera queda en actitud expectante y el Niño salta por la ventana y se coge a sus faldones.

ZAPATERO. Buenas tardes.
ZAPATERA. Buenas tardes tenga usted, señor titiritero.
ZAPATERO. ¿Aquí se puede descansar?
ZAPATERA. Y beber, si usted gusta.
ALCALDE. Pase usted, buen hombre y tome lo que quiera, que yo pago. (A los Vecinos.) Y vosotros, ¿qué hacéis ahí?
VECINA ROJA. Como estamos en lo ancho de la calle no creo que le estorbemos. (El Zapatero mirándolo todo con disimulo deja el rollo sobre la mesa.)
ZAPATERO. Déjelos, señor Alcalde... supongo que es usted, que con ellos me gano la vida.
NIÑO. ¿Dónde he oído yo hablar a este hombre? (En toda la escena el Niño mirará con gran extrañeza al Zapatero.) ¡Haz ya los títeres! (Los Vecinos ríen.)
ZAPATERO. En cuanto tome un vaso de vino.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. (Alegre.) ¿Pero los va usted a hacer en mi casa?
ZAPATERO. Si tú me lo permites.
VECINA ROJA. Entonces, ¿podemos verlos? 1
ZAPATERA. (Seria.) Podéis verlos. (Da un vaso al Zapatero.)
VECINA ROJA. (Sentándose.) Disfrutaremos un poquito. (El Alcalde se sienta.)
VECINA AMARILLA. ¿Viene usted de muy lejos?
ZAPATERO. De muy lejísimos.
VECINA MORADA. ¿De Sevilla?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
VECINA VERDE. ¿De Francia?
ZAPATERO. Échele usted leguas.
VECINA NARANJA. ¿De Inglaterra?
ZAPATERO. De las Islas Filipinas. (Las Vecinas hacen rumores de admiración. La Zapatera está extasiada)
ALCALDE. ¿Habrá usted visto a los macarucos?
ZAPATERO. Lo mismo que les estoy viendo a ustedes ahora.
NIÑO. ¿Y cómo son?
ZAPATERO. Intratables. Figúrense ustedes que casi todos ellos son zapateros. (Los Vecinos miran a la Zapatera.)
ZAPATERA. (Indignada.) ¿Y no los hay de otros oficios?
ZAPATERO. Absolutamente. En las Islas Filipinas, todos zapateros.
ZAPATERA. Pues puede que en las Filipinas esos zapateros sean tontos, pero aquí en estas tierras los hay listos y muy listos.
VECINA ROJA. (Adulona.) Muy bien hablado.
ZAPATERA. (Brusca.) Nadie le ha preguntado su parecer.
VECINA ROJA. ¡Hija mía!@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERO. (Enérgico, interrumpiendo.) ¡Qué rico Vino! (Más fuerte.) ¿Qué requeterrico vino! (Silencio.) Vino de uvas negras como el alma de algunas mujeres que yo conozco.
ZAPATERA. ¡De las que la tengan!
ALCALDE. ¡Chis! ¿Y en qué consiste el trabajo de usted?
ZAPATERO. (Apura el vaso, chasca la lengua y mira a la Zapatera.) ¡Ah! Es un trabajo de poca apariencia y de mucha ciencia. Enseño la vida por dentro. Aleluyas con los hechos del zapatero mansurrón y la Fiera de Alejandría, vida de don Diego Corrientes y, sobre todo, el arte de colocar el bocado a las mujeres parlanchinas y respondonas.
ZAPATERA. ¡Todas esas cosas las sabía mi pobrecito esposo!
ZAPATERO. ¡Dios lo haya perdonado!
ZAPATERA. Oiga usted... (Las Vecinas se ríen.)
NIÑO. ¡Cállate!@@@ Manolo Segura @@@
ALCALDE. (Autoritario.) ¡A callar! Esas son enseñanzas que convienen a todas las criaturas. Cuando usted guste. (El Zapatero desenrolla el cartelón en el que hay pintada una historia de ciego, dividida en pequeños cuadros, pintados con almazarrón y colores violentos. Los Vecinos inician un movimiento de aproximación y la Zapatera se sienta al Niño sobre sus rodillas.)
ZAPATERO. Atención.
NIÑO. ¡Ay, qué bonito! (Abraza a la Zapatera, murmullos.)
ZAPATERA. Que te fijes bien por si acaso no me entero del todo.
NIÑO. Más difícil que las matemáticas no será.
ZAPATERO. Respetable público: Oigan ustedes el romance verdadero y sustancioso de la mujer rubicunda y el hombrecito de la paciencia, para que sirva de escarmiento y ejemplaridad a todas las gentes de este mundo. (En tono lúgubre.) Aguzad vuestros oídos y entendimiento. (Los Vecinos alargan la cabeza y algunas Mujeres se agarran de las manos.)
NIÑO. ¿No te parece el titiritero, hablando, a tu marido?
ZAPATERA. Él tenía la voz más dulce.
ZAPATERO. ¿Estamos?
ZAPATERA. Me sube así un repeluzno.
NIÑO. ¡Y a mí también!
ZAPATERO. (Señalando con la varilla.)
En un cortijo de Córdoba,
entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero
con una talabartera. (Expectación.)
Ella era mujer arisca,
él hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte
y él pasaba de cincuenta.
¡Santo Dios, cómo reñían!
Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido
con los ojos y la lengua.

(Está pintada en el cartel una mujer que mira
de manera infantil y cómica.)

ZAPATERA. ¡Qué mala mujer! (Murmullos.)
ZAPATERO.
Cabellos de emperadora
tiene la talabartera,
y una carne como el agua
cristalina de Lucena.
Cuando movía las faldas
en tiempos de primavera
olía toda su ropa
a limón y a yerbabuena.
Ved cómo la cortejaban
mocitos de gran presencia
en caballos relucientes
llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa
que pasaba por la puerta
se va llevando en la boca
el fruto de su vergüenza.
La conversación a todos
daba la talabartera,
tres veces ya le han cambiado
el sardiné de su puerta.
Miradla hablando con uno
bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido
clava en el cuero la lezna.
(Muy dramático y cruzando las manos.)
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.

(La Zapatera, que ha estado dando suspiros, rompe a llorar.)

ZAPATERO. (Volviéndose.) ¿Qué os pasa?
ALCALDE. ¡Pero, niña! (Da con la vara.)
VECINA AMARILLA. ¡Siempre llora quien tiene por qué callar!
VECINA MORADA. ¡Siga usted! (Los Vecinos murmuran y sisean.)
ZAPATERA. Es que me da mucha lástima y no puedo contenerme, ¿lo ve usted?, no puedo contenerme. (Llora queriéndose contener, hipando de manera comiquísima.) ALCALDE. ¡Chitón!
NIÑO. ¿Lo Ves?
ZAPATERO. ¡Hagan el favor de no interrumpirme! ¡Cómo se conoce que no tienen que decirlo de memoria!
NIÑO. (Suspirando.) ¡Es verdad!
ZAPATERO. (Malhumorado.)
Un lunes por la mañana
a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra
los juncos y madreselvas,
cuando alegremente bailan
brisa y tomillo en la sierra
y van cayendo las verdes
hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes
la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando
una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
Niña, si tú lo quisieras,
cenaríamos mañana
los dos solos, en tu mesa.
¿Y qué harás de mi marido?
Tu marido no se entera.
¿Qué piensas hacer? Matarlo.
Es ágil. Quizá no puedas.
¿Tienes revólver? ¡Mejor!,
¡tengo navaja barbera!
¿Corta mucho? Más que el frío.
Y no tiene ni una mella.
(La Zapatera se tapa los ojos y aprieta al Niño.
Todos los Vecinos tienen una expectación máxima
que se notará en sus expresiones.)

¿No has mentido? Le daré
diez puñaladas certeras
en esta disposición,
que me parece estupenda:
cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda,
otra en semejante sitio
y dos en cada cadera.
¿Lo matarás en seguida?
Esta noche cuando vuelva
con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.

(En este último verso y con toda rapidez se oye fuera del escenario un grito angustiado y fortísimo; los Vecinos se levantan. Otro grito más cerca. Al Zapatero se le cae de las manos el cartelón y la varilla. Tiemblan todos cómicamente.)

VECINA MORADA. (En la ventana.) ¡Ya han sacado las navajas!
ZAPATERA. ¡Ay, Dios mio!
VECINA ROJA. ¡Virgen Santísima!
ZAPATERO. ¡Qué escándalo!
VECINA NARANJA. ¡Se están matando! ¡Se están cosiendo a puñaladas por culpa de esa mujer! (Señala a la Zapatera.)
ALCALDE. (Nervioso.) ¡Vamos a ver!
NIÑO. ¡Que me da mucho miedo!
VECINA VERDE. ¡Acudir, acudir! (Van saliendo.)
VECINA AMARILLA. (Fuera.) ¡Por esa mala mujer!
ZAPATERO. Yo no puedo tolerar esto; ¡no lo puedo tolerar! (Con las manos en la cabeza corre la escena. Van saliendo rapidísimamente todos entre ayes y miradas de odio a la Zapatera. Ésta cierra rápidamente la ventana y la puerta.)

 

ESCENA V
Por sugerencia del director de la obra esta queda de momento cortada hasta que se represente en el Teatro Cervantes.

Zapatera y Zapatero.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¿Ha visto usted qué infamia? Yo le juro que soy inocente. ¡Ay! ¿Qué habrá pasado?... Mire, mire usted como tiemblo. (Le enseña las manos.)
ZAPATERO. Calma, muchacha. ¿Es que su marido está en la calle?
ZAPATERA. (Rompiendo a llorar.) ¿Mi marido? ¡Ay, señor mío!
ZAPATERO. ¿Qué le pasa?
ZAPATERA. Mi marido me dejó por culpa de las gentes y ahora me encuentro sola sin calor de nadie.
ZAPATERO. ¡Pobrecilla!
ZAPATERA. ¡Con lo que yo lo quería! ¡Lo adoraba!
ZAPATERO. (En un arranque.) ¡Eso no es verdad!
ZAPATERA. (Dejando rápidamente de llorar.) ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. Digo que es una cosa tan... incomprensible que... parece que no es verdad. (Turbado.)
ZAPATERA. Tiene usted mucha razón, pero yo desde entonces no como, ni duermo, ni vivo; porque él era mi alegría, mi defensa.
ZAPATERO. Y queriéndolo tanto como lo quería, ¿la abandonó? Por lo que veo su marido de usted era un hombre de pocas luces.
ZAPATERA. Haga el favor de guardarse la lengua en el bolsillo. Nadie le ha dado permiso para que dé su opinión.
ZAPATERO. Usted perdone, no he querido...
ZAPATERA. Digo... ¡con lo listo que era!
ZAPATERO. (Con guasa.) ¿Siiii?
ZAPATERA. (Enérgica.) Sí. ¿Ve usted todos esos romances y coplillas que canta y cuenta por los pueblos? Pues todo eso es un ochavo comparado con lo que él sabía... él sabía... ¡el triple!
ZAPATERO. (Serio.) No puede ser.
ZAPATERA. (Enérgica.) Y el cuádruple... Me los decía todos a mí cuando nos acostábamos. Historietas antiguas que usted no habrá oído mentar siquiera... (Gachona.) y a mí me daba un susto... pero él me decía: « ¡Preciosa de mi alma, si esto ocurre de mentirijillas! ».
ZAPATERO. (Indignado.) ¡Mentira!
ZAPATERA. (Extrañadísima.) ¿Eh? ¿Se le ha vuelto el juicio?
ZAPATERO. ¡Mentira!
ZAPATERA. (Indignada.) Pero ¿qué es lo que está usted diciendo, titiritero del demonio?
ZAPATERO. (Fuerte y de pie.) Que tenía mucha razón su marido de usted. Esas historietas son pura mentira, fantasía nada más. (Agrio.)
ZAPATERA. (Agria.) Naturalmente, señor mío. Parece que me toma por tonta de capirote.
ZAPATERO. Perdone, no he querido decir eso.
ZAPATERA. Todo el mundo tiene sentimientos.
ZAPATERO. Según se mire. He conocido mucha gente sin sentimientos. En mi pueblo vivía una mujer... en cierta época, que tenía el suficiente mal corazón para hablar con sus amigos por la ventana mientras el marido hacía botas y zapatos de la mañana a la noche.
ZAPATERA. (Levantándose y cogiendo una silla.) ¿Eso lo dice por mí?
ZAPATERO. ¿Cómo?@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¡Que si va con segunda, dígalo! ¡Sea valiente!
ZAPATERO. (Humilde.) Señorita, ¿qué está usted diciendo? ¿Qué sé yo quién es usted? Yo no la he ofendido en nada; ¿por qué me falta de esa manera?
ZAPATERA. (Enérgica, pero conmovida.) Mire usted, buen hombre. Yo he hablado así porque estoy sobre ascuas; todo el mundo me asedia, todo el mundo me critica. Si estoy sola, si soy joven y vivo ya sólo de mis recuerdos. (Llora.)
ZAPATERO. (Lloroso.) Ya comprendo, preciosa joven. Lo comprendo mucho más de lo que pueda imaginarse, porque... ha de saber usted con toda clase de reservas que su situación es... sí, no cabe duda, idéntica a la mía.
ZAPATERA. (Intrigada.) ¿Es posible?
ZAPATERO. (Se deja caer sobre la mesa.) A mí... ¡me abandonó mi esposa!
ZAPATERA. ¡No me lo puedo creer!
ZAPATERO. Ella soñaba con un mundo que no era el mío, era fantasiosa y dominante, gustaba demasiado de la conversación y las golosinas que yo no podía costearle, y un día tormentoso de viento huracanado me abandonó para siempre.
ZAPATERA. ¿Y qué hace usted ahora, corriendo mundo?
ZAPATERO. Voy en su busca para perdonarla y vivir con ella lo poco que me queda de vida. A mi edad ya se está malamente por esas posadas de Dios.
ZAPATERA. (Rápida.) Tome un poquito de café caliente que después de toda este jaleo le servirá de salud. (Va al mostrador a echar el café y vuelve la espalda al Zapatero.)
ZAPATERO. (Persignándose exageradamente y abriendo los ojos.) Dios te lo premie, clavellinita encarnada.
ZAPATERA. (Le o frece la taza. Se queda con el plato en las manos y él bebe a sorbos.) ¿Está bueno?
ZAPATERO. (Meloso.) ¡Como hecho por sus manos!
ZAPATERA. (Sonriente.) ¡Muchas gracias!
ZAPATERO. (En el último trago.) ¡Ay, qué envidia me da su marido!
ZAPATERA. ¿Por qué?
ZAPATERO. (Galante.) ¡Porque se pudo casar con la mujer más preciosa de la tierra!
ZAPATERA. (Derretida.) ¡Qué cosas tiene!
ZAPATERO. Y ahora casi me alegro de tenerme que marchar, porque usted sola, yo solo, usted tan guapa y yo con mi lengua en su sitio, me parece que se me escaparía cierta insinuación...
ZAPATERA. (Reaccionando.) Por Dios, ¡quite de ahí! ¿Qué se figura? ¡Yo guardo mi corazón entero para el que está por esos mundos, para quien debo, para mi marido!
ZAPATERO. (Contentísimo y tirando el sombrero al suelo.) ¡Eso está pero que muy bien! Así son las mujeres verdaderas, ¡así!
ZAPATERA. (Un poco guasona y sorprendida.) Me parece a mí que usted está un poco... (Se lleva el dedo a la sien.)
ZAPATERO. Lo que usted quiera. ¡Pero sepa y entienda que yo no estoy enamorado de nadie más que de mi mujer, mi muñequita loca …
ZAPATERA. Y yo de mi marido y de nadie más que de mi marido. Cuántas veces lo he dicho para que lo oyeran hasta los sordos. (Con las manos cruzadas.) ¡Ay, qué zapaterillo de mi alma!
ZAPATERO. (Aparte.) ¡Ay, qué zapaterilla de mi corazón! (Golpes en la puerta.)




ESCENA VI

Zapatera, Zapatero y Niño.@@@ Manolo Segura @@@
ZAPATERA. ¡Jesús! Está una en un continuo sobresalto. ¿Quién es?
NIÑO. ¡Abre!
ZAPATERA. ¿Pero es posible? ¿Cómo has venido?
NIÑO. ¡Ay, vengo corriendo para decírtelo!
ZAPATERA. ¿Qué ha pasado?
NIÑO. Se han hecho heridas con las navajas dos o tres mozos y te echan a ti la culpa. Heridas que echan mucha sangre. Todas las mujeres han ido a ver al juez para que te vayas del pueblo. Y los hombres querían que el cura tocara las campanas para cantar tus coplas... (El Niño está jadeante y sudoroso.)
ZAPATERA. (Al Zapatero.) ¿Lo está usted viendo?
NIÑO. Toda la plaza está llena de corrillos... parece la feria... ¡y todos contra ti!
ZAPATERO. ¡Canallas! Intenciones me dan de salir a defenderla.
ZAPATERA. ¿Para qué? Lo meterían en la cárcel. Yo soy la que va a tener que marcharme.
NIÑO. Desde la ventana de tu cuarto puedes ver el jaleo de la plaza.
ZAPATERA. (Rápida.) Vamos, quiero comprobar la maldad de las gentes. (Mutis rápido.)

ESCENA VII

Zapatero.
ZAPATERO. Sí, sí, canallas... pero pronto ajustaré cuentas con todos y me las pagarán... ¡Ay, casita mía, qué calor más agradable sale por tus puertas y ventanas! ¡Y qué disparate no sospechar que mi mujer era de oro puro, del mejor oro de la tierra! ¡Casi me dan ganas de llorar!

ESCENA VIII

Zapatero y Vecinas.
VECINA ROJA. (Entrando rápida.) Buen hombre.
VECINA AMARILLA. (Rápida.) Buen hombre.
VECINA VERDE. Salga en seguida de esta casa. Usted es persona decente y no debe estar aquí.
VECINA MORADA. Ésta es la casa de una leona, de una hiena.
VECINA NARANJA. De una mal nacida, desengaño de los hombres.
VECINA AMARILLA. Pero o se va del pueblo o la echamos. Nos trae locas.
VECINA ROJA. Muerta la quisiera ver.
VECINA MORADA. Arrepentida por lo que ha hecho.
ZAPATERO. (Angustiado.) ¡Basta!
VECINA NARANJA. Ha corrido la sangre.@@@ Manolo Segura @@@
VECINA VERDE. No quedan pañuelos blancos.
VECINA ROJA. Dos hombres como dos soles.
VECINA AMARILLA. Con las navajas clavadas.
ZAPATERO. (Fuerte.) ¡Basta ya!
VECINA MORADA. Por culpa de ella.
VECINA VERDE. Ella, ella y ella.
VECINA NARANJA. Miramos por usted.
VECINA AMARILLA. ¡Le avisamos con tiempo!
ZAPATERO. Grandísimas embusteras, mentirosas, mal nacidas. Os voy a arrastrar del pelo.
VECINA ROJA. (A la otra.) ¡También lo ha conquistado!
VECINA VERDE. ¡A fuerza de besos habrá sido!
ZAPATERO. ¡Así os lleve el demonio! ¡Mentirosas!
VECINA MORADA. (En la ventana.) ¡Comadre, corra usted! (Sale corriendo. Las dos Vecinas hacen lo mismo.)


ESCENA IX

Zapatero, Zapatera y Niño.
( Entra la Zapatera)
ZAPATERO. ¿Y no flaqueará algún día su fortaleza?
ZAPATERA. Nunca se rinde la que, como yo, está sostenida por el amor y la honradez. Soy capaz de seguir así hasta que se me vuelva cana toda mi mata de pelo.
ZAPATERO. Me emociono.
ZAPATERA. Mire usted, tengo a todo el pueblo encima, quieren venir a matarme, y sin embargo no tengo ningún miedo.
ZAPATERO. ¿Y por qué no cambia de vida?
ZAPATERA. ¿Pero usted está en su juicio? ¿Qué voy a hacer? ¿Dónde voy así? Aquí estoy y Dios dirá. (Fuera y muy lejanos se oyen murmurllos y aplausos.)
ZAPATERO. Yo lo siento mucho, pero tengo que emprender mi camino antes que la noche se me eche encima. ¿Cuánto debo? (Coge el cartelón.)
ZAPATERA. Nada.
ZAPATERO. No estoy de acuerdo.
ZAPATERA. Lo comido por lo servido. j
ZAPATERO. Muchas gracias. (Triste se carga el cartelón.) Entonces, adiós... para toda la vida, porque a mi edad... (Está conmovido.)
ZAPATERA. (Reaccionando.) Yo no quisiera despedirme así. Yo soy mucho más alegre. (En voz clara.) Buen hombre, Dios quiera que encuentre usted a su mujer, para que vuelva a vivir con el cuido y la decencia a que estaba acostumbrado. (Está conmovida.)
ZAPATERO. Igualmente le digo de su esposo. Pero usted ya sabe que el mundo es reducido, ¿qué quiere que le diga si por casualidad me lo encuentro en mis caminatas?
ZAPATERA. Dígale usted que lo adoro.
ZAPATERO. (Acercándose.) ¿Y qué más?
ZAPATERA. Que a pesar de sus cincuenta y tantos años, benditos cincuenta años, me resulta más juncal y torerillo que todos los hombres del mundo.
ZAPATERO. ¡Niña! ¡Le quiere usted tanto como yo a mi mujer!
ZAPATERA. ¡Muchísimo más!
ZAPATERO. No es posible. Yo soy como un perrillo y mi mujer manda en el castillo, ¡pero que mande! Que para eso sabe mandar. (Está cerca de ella y como adorándola.)
ZAPATERA. Y no se le olvide decirle que lo espero, que el invierno tiene las noches largas y frías.
ZAPATERO. Entonces, ¿lo recibiría usted bien?
ZAPATERA. Como si fuera el rey y la reina juntos.
ZAPATERO. (Temblando.) ¿Y si por casualidad llegara ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Me volvería loca de alegría!
ZAPATERO. ¿Le perdonaría su locura?
zAPATERA. ¡Cuanto tiempo hace que se la perdoné!
ZAPATERO. ¿Quiere usted que llegue ahora mismo?
ZAPATERA. ¡Ay, si viniera!
ZAPATERO. (Gritando.) ¡Pues aquí está!
ZAPATERA. ¿Qué está usted diciendo?
ZAPATERO. (Quitándose las gafas y el disfraz.) ¡Que ya no puedo más! ¡Zapatera de mi corazón! (La Zapatera está como loca, con los brazos separados del cuerpo. El Zapatero abraza a la Zapatera y ésta lo mira fijamente en medio de su crisis. Fuera se oye claramente un run﷓run de coplas.)
VOZ. (Dentro.)

La señora zapatera
al marcharse su marido
ha montado una taberna
donde acude el señorío.

ZAPATERA. (Reaccionando.) Pillo, gránujá, tunante, canalla! ¿Lo oyes? ¡Por tu culpa! (Tira las sillas.)
ZAPATERO. (Emocionado dirigiéndose al banquillo.) ¡Mujer de mi corazón!
ZAPATERA. ¡Corremundos! ¡Ay, cómo me alegro de que hayas venido! ¡Qué vida te voy a dar! ¡Ni la Inquisición! ¡Ni los templarios de Roma!
ZAPATERO. (En el banquillo.) ¡Casa de mi felicidad! (Las coplas se oyen cerquísima, los Vecinos aparecen en la ventana.)
VOCES. (Dentro.)
Quién te compra zapatera
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
Zapatera, zapatera,
¡zapatera te has lucido!

ZAPATERA. ¡Qué desgraciada soy! ¡Con este hombre que Dios me ha dado! (Yendo a la puerta.) ¡Callarse largos de lengua, granujas, tunantes! Y venid, venid ahora, si queréis. Ya somos dos a defender mi casa, ¡dos! ¡dos! yo y mi marido. (Dirigiéndose al Marido ygolpeándole con la escoba mientras cae al suelo.) ¡Con este pillo, con este granuja! (El ruido de las coplas llena la escena. Una campana rompe a tocar lejana y furiosamente.)

Telón

Teatro. La zapatera prodigiosa. acto 1º

Teatro. La zapatera prodigiosa. acto 1º

La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca.

 

Para realizar una lectura de la obra de teatro debéis determinar primero el papel de qué personaje va a leer cada uno. Necesitas los siguientes lectores:

NIÑO, ZAPATERA, ZAPATERO, ALCALDE, MIRLO, MOZO Y LAS VECINAS ROJA, NARANJA, AMARILLA MORADA Y VERDE. @@@Manolo Segura@@@

 

 

 

 

Acto primero

Casa del Zapatero. Banquillo y herramientas. Habitación com­pletamente blanca. Gran ventana y puerta. El foro es una calle también blanca con algunas puertecitas y ventanas en gris. A de­recha a izquierda, puertas. Toda la escena tendrá un aire de opti­mismo y alegría exaltada en los más pequeños detalles. Una sua­ve luz naranja de media tarde invade la escena.@@@Manolo Segura@@@

Al levantarse el telón la Zapatera viene de la calle toda furiosa y se detiene en la puerta. Viste un traje verde rabioso y lleva el pelo tirante, adornado con dos grandes rosas. Tiene un aire agreste y dulce al mismo tiempo.

ESCENA PRIMERA

La Zapatera y luego un Niño.

ZAPATERA. Cállate, larga de lengua, que si yo lo he hecho... si yo lo he hecho, ha sido por mi pro­pio gusto... Si no te metes dentro de tu casa te hubiera arras­trado; y esto lo digo para que me oigan todas las que están detrás de las ventanas. Que más vale es­tar casada con un viejo, que con un tuerto, como tú estás. Y no quiero más conversación, ni contigo ni con nadie, ni con nadie, ni con nadie. (Entra dando un fuerte portazo.) Ya sabía yo que con esta clase de gente no se podía hablar ni un segundo... pero la culpa la tengo yo, yo y yo... que debí es­tarme en mi casa con... , con mi mari­do. Quién me hubiera dicho a mí, con estos ojos negros, que hay que ver el mérito que eso tiene, con este talle y estos colores tan hermosísimos, que me iba a ver casada con... me tiraría del pelo. (Llora. Llaman a la puerta.) ¿Quién es? (No responden y llaman otra vez.) ¿Quién es? (Enfurecida.)

ESCENA II

La Zapatera y el Niño.

NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y conmovida.)

NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando?

ZAPATERA. No, es que un mosquito de esos que hacen piiiiii, me ha picado en este ojo.

NIÑO. ¿Quiere usted que le sople?

ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?

NIÑO. Vengo con estos zapatos de charol, costaron cinco du­ros, para que los arregle su marido. Son de mi hermana la grande, la que tiene el cutis fino y se pone dos lazos, que tie­ne dos, un día uno y otro día otro, en la cintura.

ZAPATERA. Déjalos ahí, ya los arreglarán.

NIÑO. Dice mi madre que tenga cuidado de no darles muchos martillazos, que el charol es muy delicado, para que no se estropee el charol.

ZAPATERA. Dile a tu madre que ya sabe mi marido lo que tiene que hacer, y que ojalá supiera ella aliñar con laurel y pimienta un buen guiso como mi marido componer za­patos.

NIÑO. (Haciendo pucheros.) No se disguste usted conmigo, que yo no tengo la culpa y todos los días estudio muy bien la gramática. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Dulce.) ¡Hijo mío! ¡Prenda mía! ¡Si contigo no es nada! (Lo besa.) Toma este muñequito, ¿te gusta? Pues llé­vatelo.

NIÑO. Me lo llevaré, porque como yo sé que usted no tendrá nunca niños...

ZAPATERA. ¿Quién te dijo eso?

NIÑO. Mi madre lo hablaba el otro día, diciendo: la zapatera no tendrá hijos, y se reían mis hermanas y la comadre Ra­faela.

ZAPATERA. (Nerviosísima.) ¿Hijos? Puede que los tenga más hermosos que todas ellas y con más arranque y más honra, porque tu madre... es menester que sepas...

NIÑO. Tome usted el muñequito, ¡no lo quiero!

ZAPATERA. (Reaccionando.) No, no, guárdalo, hijo mío... ¡Si contigo no es nada!

ESCENA III

Aparece por la izquierda el Zapatero. Viste traje de terciopelo con botones de plata, pantalón corto y corbata roja. Se dirige al banquillo.

ZAPATERA. ¡Adiós, niño!

NIÑO. (Asustado.) ¡Ustedes se conserven bien! ¡Hasta la vista! ¡Que sea enhorabuena! (Sale corriendo por la calle.) @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Adiós, hijito. Si hubiera reventado antes de na­cer, no estaría pasando estos trabajos y estas tribulaciones. ¡Ay dinero, dinero!, sin manos y sin ojos debería haberse quedado el que te inventó.

ZAPATERO. (En el banquillo.) Mujer, ¿qué estás diciendo...?

ZAPATERA. ¡Lo que a ti no te importa!

ZAPATERO. A mí no me importa nada de nada. Ya sé que tengo que aguantarme.

ZAPATERA. También me aguanto yo... piensa que tengo die­ciocho años.

ZAPATERO. Y yo... cincuenta y tres. Por eso me callo y no me disgusto contigo... ¡demasiado sé yo!... Trabajo para ti... y sea lo que Dios quiera...

ZAPATERA. (Está de espaldas a su marido y se vuelve y avanza tierna y conmovida.) Eso no, hijo mío... ¡no digas...!

ZAPATERO. Pero, ¡ay, si tuviera cuarenta años o cuarenta y cinco, siquiera...! (Golpea furiosamente un zapato con el mar­tillo.) @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Enardecida.) Entonces yo sería tu criada, ¿no es esto? Si una no puede ser buena... ¿Y yo?, ¿es que no valgo nada?

ZAPATERO. Mujer... repórtate.

ZAPATERA. ¿Es que mi frescura y mi cara no valen todos los dineros de este mundo?

ZAPATERO. Mujer... ¡que te van a oír los vecinos!

ZAPATERA. Maldita hora, maldita hora, en que le hice caso a mi compadre Manuel.

ZAPATERO. ¿Quieres que te eche un refresquito de limón?

ZAPATERA. ¡Ay, tonta, tonta, tonta! (Se golpea la frente.) Con tan buenos pretendientes como yo he tenido.

ZAPATERO. (Queriendo suavizar.) Eso dice la gente. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. ¿La gente? Por todas partes se sabe. Lo mejor de estas vegas. Pero el que más me gustaba a mí de todos era Emiliano... tú lo conociste... Emiliano, que venía montado en una jaca negra, llena de borlas y espejitos, con una vari­lla de mimbre en su mano y las espuelas de cobre relucien­te. ¡Y qué capa traía por el invierno! ¡Qué vueltas de pana azul y qué agremanes de seda!

ZAPATERO. Así tuve yo una también... son unas capas pre­ciosísimas.

ZAPATERA. ¿Tú? ¡Tú qué ibas a tener!... Pero, ¿por qué te ha­ces ilusiones? Un zapatero no se ha puesto en su vida una prenda de esa clase...

ZAPATERO. Pero, mujer, ¿no estás viendo?...

ZAPATERA. (Interrumpiéndole.) También tuve otro pretendien­te... (El Zapatero golpea fuertemente el zapato.) Aquél era me­dio señorito... tendría dieciocho años, ¡se dice muy pronto! ¡Dieciocho años! (El Zapatero se revuelve inquieto.)

ZAPATERO. También los tuve yo.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Tú no has tenido en tu vida dieciocho años... Aquél sí que los tenía y me decía unas cosas...

ZAPATERO. (Golpeando furioso.) ¿Te quieres callar? Eres mi mujer, quieras o no quieras, y yo soy tu esposo. Estabas abandonada, sin camisa, ni hogar. ¿Por qué me has querido? ¡Fantasiosa, fantasiosa, fantasiosa!

ZAPATERA. (Levantándose.) ¡Cállate! No me hagas hablar más de lo prudente y ponte a tu obligación. ¡Parece men­tira! (Dos Vecinas con mantilla cruzan la ventana sonrien­do.) ¿Quién me lo iba a decir, viejo pellejo, que me ibas a dar tal pago? ¡Pégame, si te parece, anda, tírame el martillo!

ZAPATERO. Ay, mujer... no me des escándalos, ¡mira que viene la gente! ¡Ay, Dios mío! (Las dos Vecinas vuelven a cruzar.)

ZAPATERA. Yo me he rebajado. ¡Tonta, tonta, tonta! Maldi­to sea mi compadre Manuel, malditos sean los vecinos, ton­ta, tonta, tonta. (Sale golpeándose la cabeza.)

ESCENA IV

Zapatero, Vecina Roja y Niño.

ZAPATERO. (Mirándose en un espejo y contándose las arrugas.) Una, dos, tres, cuatro... y mil arrugas. (Guarda el espejo.) Pero me está muy bien empleado, sí señor. Porque vamos a ver: ¿por qué me habré casado? Yo debí haber comprendido que las mujeres les gustan a todos los hombres, pero todos los hombres no les gustan a todas las mujeres. ¡Con lo bien que yo estaba! Mi hermana, mi hermana tiene la culpa, mi hermana que se empeñó: ¡«que si te vas a quedar solo», que si qué sé yo! Y esto es mi rui­na. ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse! (Fuera se oyen voces.) ¿Qué será?

VECINA ROJA. (En la ventana y con gran brío.) Buenas tardes.

ZAPATERO. (Rascándose la cabeza.) Buenas tardes.@@@Manolo Segura@@@

VECINA. Dile a tu mujer que salga. ¡Qué salga, a ver si por delante de mí casca tanto como por detrás!

ZAPATERO. ¡Ay, vecina de mi alma, no me dé usted escánda­los, por los clavitos de Nuestro Señor! ¿Qué quiere usted que yo le haga? Pero comprenda mi situación: toda la vida temiendo casarme... porque casarse es una cosa muy seria, y, a última hora, ya lo está usted viendo.

VECINA. ¡Qué lástima de hombre! ¡Cuánto mejor le hubiera ido a usted casado con gente de su clase! Con una de mis hijas, por ejemplo.

ZAPATERO. Y mi casa no es casa. ¡Es un guirigay!

VECINA. ¡Se arranca el alma! Tan buenísima sombra como ha tenido usted toda su vida.

ZAPATERO. (Mira por si viene su Mujer.) Anteayer... despe­dazó el jamón que teníamos guardado para estas Pascuas y nos lo comimos entero. Ayer estuvimos todo el día con unas sopas de huevo y perejil: bueno, pues porque protes­té de esto, me hizo beber tres vasos seguidos de leche sin hervir.

VECINA. ¡Qué fiera!

ZAPATERO. Así es, vecinita de mi corazón, que le agradecería en el alma que se retirase.

VECINA. ¡Ay, si viviera su hermana! Aquélla sí que era una santa.

ZAPATERO. Ya ves... y de camino llévate tus zapatos que es­tán arreglados. (Por la puerta de la izquierda asoma la Zapa­tera, que detrás de la cortina espía la escena sin ser vista.)

VECINA. (Mimosa.) ¿Cuánto me vas a llevar por ellos?... Los tiempos van cada vez peor.@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. Lo que tú quieras... Ni que tire por allí ni que tire por aquí...

VECINA. (Dando en el codo a sus Hijas.) ¿Están bien en dos pe­setas?

ZAPATERO. ¡Tú dirás!

VECINA. Vaya... te daré una...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Saliendo furiosa.) ¡Ladrona! ¿Tienes valor de robar a este hombre de esa ma­nera? (A su Marido.) Y tú, ¿dejarte robar? Vengan los zapa­tos. Mientras no des por ellos diez pesetas, aquí se quedan.

VECINA. ¡Lagarta, lagarta!

ZAPATERA. ¡Mucho cuidado con lo que estás diciendo!

VECINA. Bien despachado vas de mujer, ¡que te aproveche! (Se van rápidamente. El Zapatero cierra la ventana y la puer­ta.)

ESCENA V

Zapatero y Zapatera.

ZAPATERO. Escúchame un momento...

ZAPATERA. (Recordando.) Lagarta... lagarta... qué, qué, qué... ¿qué me vas a decir?

ZAPATERO. Mira, hija mía. Toda mi vida ha sido en mí una verdadera preocupación evitar el escándalo. (El Zapatero traga constantemente saliva.)

ZAPATERA. ¿Pero tienes el valor de llamarme escandalosa, cuando he salido a defender tu dinero?

ZAPATERO. Yo no te digo más, que he huido de los escánda­los, como las salamanquesas del agua fría.

ZAPATERA. (Rápida.) ¡Salamanquesas! ¡Huy, qué asco!

ZAPATERO. (Armado de paciencia.) Me han provocado, me han insultado y no teniendo ni tanto así de cobarde me he aguantado por el mie­do de verme rodeado de gentes y en boca de nadie. De modo que ya lo sabes. ¿He ha­blado bien? Ésta es mi última palabra.

ZAPATERA. Pero vamos a ver: ¿a mí qué me importa todo eso? Me casé contigo, ¿no tienes la casa limpia? ¿No co­mes? ¿No te pones cuellos y puños que en tu vida te los ha­bías puesto? ¿No llevas tu reloj, tan hermoso, al que doy cuerda toda las noches? ¿Qué más quieres? Porque, yo, todo; menos esclava. Quie­ro hacer siempre mi santa voluntad.

ZAPATERO. No me digas... tres meses llevamos casados, yo, queriéndote... y tú, poniéndome verde. ¿No ves que ya no estoy para bromas?

ZAPATERA. (Seria y como soñando.) Queriéndome, querién­dome... Pero (Brusca.) ¿qué es eso de queriéndome? ¿Qué es queriéndome?

ZAPATERO. Tú te creerás que yo no tengo vista pero la tengo. Sé lo que haces y lo que no haces, y ya estoy harto, ¡hasta aquí!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Fiera.) Pues lo mismo se me da a mí que estés harto como que no estés, porque tú me importas tres pi­tos, ¡ya lo sabes! (Llora.)@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. ¿No puedes hablarme un poquito más bajo?

ZAPATERA. Merecías, por tonto, que colgara la calle a gritos.

ZAPATERO. Afortunadamente creo que esto se acabará pron­to; porque yo no sé cómo tengo paciencia.

ZAPATERA. Hoy no comemos... de manera que ya te puedes buscar la comida por otro sitio. (La Zapatera sale rápida­mente hecha una furia.)

ZAPATERO. Mañana (Sonriendo.) quizá la tengas que buscar tú también. (Se va al banquillo.)

ESCENA VI

Por la puerta central aparece el Alcalde. Viste de azul oscuro, gran capa y larga vara de mando rematada con cabos de plata. Habla despacio y con gran sorna.

ALCALDE. ¿En el trabajo?

ZAPATERO. En el trabajo, señor Alcalde.

ALCALDE. ¿Mucho dinero?

ZAPATERO. El suficiente. (El Zapatero sigue trabajando. El Al­calde mira curiosamente a todos lados.)

ALCALDE. Tú no estás bueno.

ZAPATERO. (Sin levantar la vista.) No.

ALCALDE. ¿La mujer?

ZAPATERO. (Asintiendo.) ¡La mujer!@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. (Sentándose.) Eso tiene casarse a tu edad... A tu edad se debe ya estar viudo... de una, como mínimum... Yo estoy de cuatro: Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gó­mez, que ha sido la última: buenas mozas todas, aficiona­das al baile y al agua limpia. Todas, sin excepción, han pro­bado esta vara repetidas veces. En mi casa... en mi casa, coser y cantar.

ZAPATERO. Pues ya está usted viendo qué vida la mía. Mi mu­jer... no me quiere. Habla por la ventana con todos. Has­ta con don Mirlo, y a mí se me está encendiendo la sangre.

ALCALDE. (Riendo.) Es que ella es una chiquilla alegre, eso es natural.

ZAPATERO. Estoy convencido... yo creo que esto lo hace por atormentarme; porque, estoy seguro..., ella me odia. Al principio creí que la dominaría con mi carácter dulzón y mis regalillos: collares de coral, cintillos, peinetas de con­cha... ¡hasta unas ligas! Pero ella... ¡es siempre ella!

ALCALDE. Y tú, siempre tú; ¡qué demonio! Vamos, lo estoy viendo y me parece mentira cómo un hombre, lo que se dice un hombre, no puede meter en cintura, no una, sino ochen­ta hembras. Si tu mujer habla por la ventana con todos, si tu mujer se pone agria contigo, es porque tú quieres, por­que tú no tienes arranque. A las mujeres, buenos apretones en la cintura, pisadas fuertes y la voz siempre en alto, y si con esto se atreven a hacer quiquiriquí, la vara, no hay otro remedio. Rosa, Manuela, Visitación y Enriqueta Gómez, que ha sido la última, te lo pueden decir desde la otra vida, si es que por casualidad están allí.

ZAPATERO. Pero si el caso es que no me atrevo a decirle una cosa. (Mira con recelo.)

ALCALDE. (Autoritario.) Dímela.

ZAPATERO. Comprendo que es una barbaridad .... pero yo no estoy enamorado de mi mujer.

ALCALDE. ¡Demonio!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. Sí, señor, ¡demonio!

ALCALDE. Entonces, grandísimo tunante, ¿por qué te has casado?

ZAPATERO. Ahí lo tiene usted. Yo no me lo explico tampoco. Mi hermana, mi hermana tiene la culpa. Que si te vas a quedar solo, que si qué sé yo, que si qué sé yo cuánto... Yo tenía dinerillos, salud, y dije: ¡allá voy! ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse!

ALCALDE. ¡Pues te has lucido!

ZAPATERO. Sí, señor, me he lucido... Ahora, que yo no aguanto más. Yo no sabía lo que era una mujer. Digo, ¡us­ted, cuatro! Yo no tengo edad para resistir este jaleo.

ZAPATERA. (Cantando dentro, fuerte.)

¡Ay, jaleo, jaleo,

ya se acabó el alboroto

y vamos al tiroteo!

ZAPATERO. Ya lo está usted oyendo.

ALCALDE. ¿Y qué piensas hacer?

ZAPATERO. Cuca silvana. (Hace el ademán.)

ALCALDE. ¿Se te ha vuelto el juicio?@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERO. (Excitado.) El zapatero a tus zapatos se acabó para mí. Yo soy un hombre pacífico. Yo no estoy acostum­brado a estos voceríos y a estar en lenguas de todos.

ALCALDE. (Riéndose.) Recapacita lo que has dicho que vas a hacer; que tú eres capaz de hacerlo, y no seas tonto. Es una lástima que un hombre como tú no tenga el carácter que de­bías tener. (Por la puerta de la izquierda aparece la Zapatera echándose polvos con una polvera rosa y limpiándose las ce­jas.)

ESCENA VII

Dichos y Zapatera,

ZAPATERA. Buenas tardes.@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. Muy buenas. (Al Zapatero.) ¡Como guapa, es gua­písima!

ZAPATERO. ¿Usted cree?

ALCALDE. ¡Qué rosas tan bien puestas lleva usted en el pelo y qué bien huelen!

ZAPATERA. Muchas que tiene usted en los balcones de su casa.

ALCALDE. Efectivamente. ¿Le gustan a usted las flores?

ZAPATERA. ¿A mí...? ¡Ay, me encantan! Hasta en el tejado tendría yo macetas, en la puerta, por las paredes. Pero a éste... a ése... no le gustan. Claro, toda la vida haciendo bo­tas, ¡qué quiere usted! (Se sienta en la ventana.) Y buenas tar­des. (Mira a la calle y coquetea.)

ZAPATERO. ¿Lo ve usted?

ALCALDE. Un poco brusca... pero es una mujer guapísima. ¡Qué cintura tan ideal!

ZAPATERO. No la conoce usted.@@@Manolo Segura@@@

ALCALDE. ¡Psch! (Saliendo majestuosamente.) ¡Hasta maña­na! Y a ver si se despeja esa cabeza. ¡A descansar, niña! ¡Qué lástima de talle! (Vase mirando a la Zapatera.) ¡Y hay que ver qué ondas en el pelo! (Sale.)

ESCENA VIII

Zapatero y Zapatera.

ZAPATERA. (Cantando.)

Si tu madre tiene un rey,

la baraja tiene cuatro:

rey de oros, rey de copas,

rey de espadas, rey de bastos.

(La Zapatera coge una silla y sentada en la

ventana empieza a darle vueltas.)

ZAPATERO. (Cogiendo otra silla y dándole vueltas en sentido contrario.) Si sabes que tengo esa superstición, y para mí esto es como si me dieras un tiro, ¿por qué lo haces?

ZAPATERA. (Soltando la silla.) ¿Qué he hecho yo? ¿No te digo que no me dejas ni moverme?

ZAPATERO. Ya estoy harto de explicarte... pero es inútil. (Va a hacer mutis, pero la Zapatera empieza otra vez y el Zapatero viene corriendo desde la puerta y da vueltas a su silla.) ¿Por qué no me dejas marchar, mujer?

ZAPATERA. ¡Jesús!, pero si lo que yo estoy deseando es que te vayas.

ZAPATERO. ¡Pues déjame!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Enfurecida.) ¡Pues vete! (Fuera se oye una flauta acompañada de guitarra que toca una polquita antigua con el ritmo cómicamente acusado. La Zapatera empieza a llevar el compás con la cabeza y el Zapatero huye por la izquierda.)

ESCENA IX

Zapatera.

ZAPATERA. (Cantando.) Larán... larán... A mí, es que la flau­ta me ha gustado siempre mucho... Yo siempre he tenido delirio por ella... Casi se me saltan las lágrimas... ¡Qué pri­mor! Larán, larán... Oye... Me gustaría que él la oyera... (Se levanta y se pone a bailar como si lo hiciera con novios imagi­narios.) ¡Ay, Emiliano! Qué cintillos tan preciosos llevas... No, no... me da vergüencilla... Pero, José María, ¿no ves que nos están viendo? Coge un pañuelo, que no quiero que me manches el vestido. A ti te quiero, a ti... ¡Ah, sí!... ma­ñana que traigas la jaca blanca, la que a mí me gusta. (Ríe. Cesa la música.) ¡Qué mala sombra! Esto es dejar a una con la miel en los labios...

ESCENA X

Aparece en la ventana don Mirlo. Viste de negro, frac y pantalón corto. Le tiembla la voz y mueve la cabeza como un muñeco de alambre.

MIRLO. ¡Chisssssss!@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Sin mirar y vuelta de espalda a la ventana.) Pin, pin, pío, pío, pío.

MIRLO. (Acercándose más.) ¡Chissss! Zapaterita blanca, como el corazón de las almendras, pero amargosilla tam­bién. Zapaterita... junco de oro encendido... Zapaterita, bella Otero de mi corazón.

ZAPATERA. Cuánta cosa, don Mirlo; a mí me parecía impo­sible que los pajarracos hablaran. Pero si anda por ahí re­voloteando un mirlo negro, negro y viejo... sepa que yo no puedo oírle cantar hasta más tarde... pin, pío, pío, pío.

MIRLO. Cuando las sombras crepusculares invadan con sus tenues velos el mundo y la vía pública se halle libre de transeúntes, volveré. (Toma rapé y estornuda sobre el cuello de la Zapatera.)

ZAPATERA. (Volviéndose airada y pegando a don Mirlo, que tiembla.) ¡Aaaa! (Con cara de asco:) ¡Y aunque no vuelvas, indecente! Mirlo de alambre, pajarraco. Corre. corre... ¿Se habrá visto? ¡Mira que estornudarme encima! ¡Vaya mu­cho con Dios! ¡Qué asco!

ESCENA XI

En la ventana se para el Mozo de la Faja. Tiene el sombrero plano echado a la cara y da pruebas de gran pesadumbre.

MOZO. ¿Se toma el fresco, zapaterita?@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. Exactamente igual que usted.

MOZO. Y siempre sola... ¡Qué lástima!

ZAPATERA. (Agria.) ¿Y por qué, lástima?

MOZO. Una mujer como usted, con ese pelo y esa cara tan hermosísima...

ZAPATERA. (Más agria.) Pero, ¿por qué lástima?

MOZO. Porque usted es digna de estar pintada en las tarjetas postales y no aquí.

ZAPATERA. ¿Sí?... A mí las tarjetas postales me gustan mu­cho, sobre todo las de novios que se van de viaje...

MOZO. ¡Ay, zapaterita, qué guapa estás! (Siguen hablan­do.)

ZAPATERO. (Entrando y retrocediendo.) ¡Con todo el mundo y a estas horas! ¡Qué dirán los que vengan al rosario de la iglesia! ¡Qué dirán en el casino! ¡Me estarán poniendo!... En cada casa, un traje con ropa interior y todo. (Zapatera ríe.) ¡Ay, Dios mío! ¡Tengo razón para marcharme! Quisie­ra oír a la mujer del sacristán; ¿y los curas? ¿Qué di­rán los curas? Eso será lo que habrá que oír. (Entra desespe­rado.)

MOZO. ¿Cómo quiere que se lo exprese...? Yo la quiero, te quiero como...

ZAPATERA. Verdaderamente eso de «la quiero», «te quiero», suena de un modo que parece que me están haciendo cos­quillas con una pluma detrás de las orejas. Te quiero, la quiero...

MOZO. ¿Cuántas semillas tiene el girasol?

ZAPATERA. ¡Yo qué sé!@@@Manolo Segura@@@

MOZO. Tantos suspiros doy cada minuto por usted; por ti...

(Muy cerca.)

ZAPATERA. (Brusca.) Estáte quieto. Yo puedo oírte hablar por­que me gusta y es bonito, pero nada más, ¿lo oyes? ¡Estaría bueno!

MOZO. Pero eso no puede ser. ¿Es que tienes otro compro­miso?

ZAPATERA. Mira, vete.

MOZO. No me muevo de este sitio sin el sí. ¡Ay, mi zapateri­ta, dame tu palabra! (Va a abrazarla.)

ZAPATERA. (Cerrando violentamente la ventana.) ¡Pero qué impertinente, qué loco!... ¡Si te he hecho daño te aguan­tas!... ¿Es que en este pueblo no puede una hablar con nadie? Por lo que veo, en este pueblo no hay más que dos extremos: o monja o trapo de fregar... ¡Era lo que me que­daba que ver! (Haciendo como que huele y echando a correr.) ¡Ay, mi comida que está en la lumbre! ¡Mujer ruin!

ESCENA XII

La luz se va marchando. El Zapatero sale con una gran capa y un bulto de ropa en la mano.

ZAPATERO. ¡O soy otro hombre o no me conozco! ¡Ay, casi­ta mía! ¡Ay, banquillo mío! Cerote, clavos, pieles de bece­rro... Bueno. Tengo ganas de irme, pero es que me da mucha pena abandonar mi casa, mi pueblo, mi trabajo,… Pero no tengo otra salida porque, vamos a ver, ¿yo soy capaz de domarla o no? Porque con esa sangre de toro que tiene me echa al suelo en el momento que le ponga la mano encima. Así que no tengo otro remedio.(Sale pero retrocede rápido al encontrarse con las vecinas)

VECINA NARANJA Descansando, ¿verdad?

VECINA AMARILLA ¡Hace usted bien en descansar! @@@Manolo Segura@@@

VECINA MORADA Descanse y disfrute.

VECINA VERDE Mañana será otro día.

ZAPATERO. (Con mal humor.) ¡Buenas noches!

VECINA NARANJA Olvídese de ella.

VECINA AMARILLA ¿No nos ve a nosotras?

BEATA A descansar, maestro.@@@Manolo Segura@@@

BEATA 2ª ¡A descansar, a descansar! (Se van.)

ZAPATERO. Sí, descansando... ¡Pues no están siempre detrás de la puerta! ¡Brujas, sayonas! ¡Cuidado con el retintín con que me lo han dicho! Claro... si en todo el pueblo no se hablará de otra cosa: ¡que si yo, que si ella, que si los mo­zos! ¡Ay! ¡Mal rayo parta a mi hermana que en paz descan­se! ¡Pero primero solo que señalado por el dedo de los de­más! (Sale rápidamente y deja la puerta abierta. Por la izquierda aparece la Zapatera.)

ESCENA XIII

La Zapatera.

ZAPATERA. Ya está la comida... ¿me estás oyendo? (Avanza hacia la puerta de la derecha:) ¿Me estás oyendo? Pero, ¿ha­brá tenido el valor de marcharse al cafetín, dejando la puerta abierta... y sin haber terminado los zapatos? Pues cuando vuelva, ¡me oirá! ¡Me tiene que oír! ¡Qué hombres son los hombres, qué abusivos y qué... qué... vaya!... Pues si tarda siquiera dos minu­tos más, como yo sola, que me basto y me sobro... ¡Con la comida tan buena que he preparado...! Mi cocido, con sus patatas de la sierra, dos pimientos verdes, pan blanco, un poquito magro de tocino, y arrope con calabaza y cáscara de limón para encima, ¡porque lo que es cuidarlo, lo que es cuidarlo, lo estoy cuidando a mano! (Durante todo este monólogo da muestras de gran actividad, moviéndose de un lado para otro, arreglando las sillas, despabilando el velón y quitándose motas del vestido.)

ESCENA XIV

Niña, Zapatera, Alcalde, Sacristana, Vecinos y Vecinas.

NIÑO. (En la puerta.) ¿Estás disgustada, todavía?

ZAPATERA. Primorcito de su vecina, ¿dónde vas?

NIÑO. (En la puerta.) Tú no me regañarás, ¿verdad?, porque a mi madre que algunas veces me pega, la quiero veinte arro­bas, pero a ti te quiero treinta y dos y media...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. ¿Por qué eres tan precioso? (Sienta al Niño en sus rodillas.)

NIÑO. Yo venía a decirte una cosa que nadie quiere decirte. Ve tú, ve tú, ve tú, y nadie quería y entonces, «que vaya el niño», dijeron... porque era un notición que nadie quiere dar.

ZAPATERA. Pero dímelo pronto, ¿qué ha pasado?

NIÑO. No te asustes, que de muertos no es.

ZAPATERA. ¡Anda! Cuéntamela.

NIÑO. Mira, zapaterita...

¡Es verdad! (Rápido.) ¡Pero yo no tengo la culpa!

ZAPATERA. ¡Vamos! ¿Quieres decirme lo que pasa? ¡Pronto!

NIÑO. ¡Ay! Pues, mira... tu marido, el zapatero, se ha ido para no volver más.

ZAPATERA. (Aterrada.) ¿Cómo?

NIÑO. Sí, sí, eso ha dicho en casa antes de montarse en la di­ligencia, que lo he visto yo... y nos encargó que te lo dijéra­mos y ya lo sabe todo el pueblo...@@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. (Sentándose desplomada.) ¡No es posible, esto no es posible! ¡Yo no lo creo!

NIÑO. ¡Sí que es verdad, no me regañes!

ZAPATERA. (Levantándose hecha una furia y dando fuertes pi­sotadas en el suelo.) ¿Y me da este pago? ¿Y me da este pago? (El Niño se refugia detrás de la mesa.)

NIÑO. ¡Que se caen las horquillas!

ZAPATERA. ¿Qué va a ser de mí sola en esta vida? ¡Ay, ay, ay!

(El Niño sale corriendo. La ventana y las puertas están llenas de vecinos.) Sí, sí, venid a verme, cascantes, comadricas, por vuestra culpa ha sido...

ALCALDE. Mira, ya te estás callando. Si tu marido te ha dejado ha sido porque no lo querías, porque no podía ser.

ZAPATERA. ¿Pero lo van a saber ustedes mejor que yo? Sí, lo quería, vaya si lo quería, que pretendientes buenos y muy riquísimos he tenido y no les he dado el sí jamás. ¡Ay, po­brecito mío, qué cosas te habrán contado!

VECINA ROJA. (Entrando.) Mujer, repórtate. @@@Manolo Segura@@@

ZAPATERA. No me resigno. No me resigno. ¡Ay, ay! (Por la puerta empiezan a entrar Vecinas vestidas con colores violen­tos y que llevan grandes vasos de refrescos. Giran, corren, en­tran y salen alrededor de la Zapatera que está sentada gritan­do, con la prontitud y ritmo de baile. Las grandes faldas se abren a las vueltas que dan. Todos adoptan una actitud cómi­ca de pena.)

VECINA AMARILLA. Un refresco.

VECINA ROJA: Un refresquito.

VECINA VERDE. Para la sangre.

VECINA NARANJA. De limón.

VECINA MORADA. De zarzaparrilla.

VECINA ROJA. La menta es mejor.

VECINA MORADA. Vecina.

VECINA VERDE. Vecinita.

VECINA AMARILLA. Zapatera.

VECINA NARANJA. Zapaterita.@@@Manolo Segura@@@

(Las Vecinas arman gran algazara. La Zapa­tera llora a gritos.)

Telón@@@Manolo Segura@@@